Jornada
INTERVIENEN:
MAYTE SUÁREZ. Maestra de orientación laboral.
MARÍA JOSÉ JIMÉNEZ. Diplomada en Trabajo Social y mediadora laboral.
PRESENTA:
ALEXANDRINA DA FONSECA. Presidenta de la Asociación ARAKERANDO.
12.00 horas: DESCANSO
16.30 horas: Mesa de experiencias: ROMPER CON LOS ESTEREOTIPOS Y MANTENER LA CULTURA
INTERVIENEN:
MARÍA TERESA MUNIÑO. Maestra y pedagoga.
ALBINA GIL. Orientadora laboral y universitaria.
ANTONIO AGUILERA. Maestro.
MARÍA JOSÉ JIMÉNEZ. Diplomada en Trabajo Social.
MODERA:
ALEXANDRINA DA FONSECA. Presidenta de la Asociación ARAKERANDO.
ORGANIZA:Asociación ARAKERANDO
COLABORA: Club INFORMACION
LAS MUJERES GITANAS REIVINDICAN FORMACIÓN Y EL APOYO DE SUS FAMILIAS
Necesitamos formación y educación pero también poder contar con el apoyo de la familia. Vivimos en una libertad compartida, queremos compartirla con nuestras familias, y que ayuden a la mujer, no tanto en que nos laven los cacharros como en tener apoyo, eso facilita el camino». La opinión de Alexandrina Da Fonseca, presidenta de la asociación gitana Arakerando, se convierte en una de las conclusiones de la jornada sobre «La cultura gitana y el papel que desempeña la mujer», y la mesa redonda sobre el futuro de la mujer gitana, celebradas ayer en el Club INFORMACION.
GITANAS CON CARRERA
lbina Gil tiene 41 años, 5 hijos, seis nietos, trabaja y estudia. Sólo fue al colegio hasta los 11 años y se casó a los 14. Es gitana, y la inquietud por su pueblo la ha llevado a un aula de la Universidad de Alicante. «Cuando tenía 31 años empecé a trabajar como voluntaria en una escuela de verano en Elche. Estuve un mes. Al acabar, me ofertaron un contrato».
A los 34 años se sacó el Graduado. «Estaba trabajando como educadora en barrios marginales y me di cuenta de que desempeñaba bien la parte práctica pero que me faltaba la técnica». Después, sus compañeros ?su propio marido, gitano, y dos payos? le aconsejaron que se presentara a las pruebas de acceso a la Universidad. El primer año no las pasó, el segundo sí. «Cuando empecé tenía mucho miedo, pero quería superar objetivos. El primer año fue regular, dentro de todos los inconvenientes que tenía, como mujer, como madre, con el trabajo… no me era fácil estudiar. El segundo no me matriculé por problemas familiares, y ahora estoy otra vez», con asignaturas de primero y segundo de Trabajo Social. Y no ha tenido ningún problema «ni por parte de los compañeros, que me han acogido superbien, ni de los profesores, que me han apoyado mucho».
Albina ha montado una cooperativa con su marido, también gitano. «Cuando me desanimo porque son muchas mis obligaciones, él me anima y me dice que no lo deje». Sus padres eran vendedores ambulantes, «tradicionales, muy gitanos, casi analfabetos pero me apoyaron siempre». De sus hijos, cuatro son chicos que no han querido estudiar, y las dos más jóvenes chicas. «Tengo una de 18 años que quiere estudiar Magisterio».
Albina tiene una amiga gitana en la misma facultad. Es Josefa Santiago, tiene 31 años, cursa tercero de Trabajo Social. Y no fue al colegio. Su familia se dedicaba a la venta ambulante y el campo, y se tuvo que encargar de cuidar a sus nueve hermanos cuando a su padre le dio un infarto.
No sabía leer ni escribir, y prácticamente fue autodidacta. Comenzó a conocer las letras y los números gracias a su primo Ramón, de su misma edad. «Yo era muy inquieta y por la calle iba leyendo los carteles, y no sé en qué momento supe leer, de repente sabía. Tendría unos 10 años».
Hace cuatro años se sacó el Graduado. Y después la propia Albina, su primo Lolo y «mi tío Félix, que ya no está, un gitano mayor que era todo para mí, me animaron y aquí estoy. Me presenté a la prueba de acceso y aprobé. El primer año fue una locura, y tuve mucho miedo. Llegar a una clase con 300 personas me asustaba pero lo fui superando». Su evolución no sorprendió a su familia. «Siempre he sido muy curiosa, me metía en muchos cursillos, corte y confección, peluquería. Cuando dije que había aprobado mi madre no se sorprendió, sabía que era capaz».
En clase, se ha sentido aludida en sentido negativo. «Un día estábamos enumerando problemas de trabajo social, y entre ellos aparecíamos los gitanos. Pregunté que si me consideraban un problema. Dijeron que no, se intentaron justificar. Lo triste es que gente con 20 años no se moleste en conocer algo más y siga pensando como sus bisabuelos. Me preocupa que futuros trabajadores sociales vean a los gitanos como un problema». Josefa trabajó hasta hace poco en el programa de erradicación del chabolismo de Casalarga.
A sus 25 años María José Jiménez está en cuarto de Humanidades tras terminar Trabajo Social y trabaja en un dispositivo de Empleo en Vigo, donde es la única gitana. Hija de vendedores ambulantes, quiso estudiar «porque tenía una inquietud y quería hacerlo, no lo veía tan absurdo ni tan lejano». Y en su casa encontró toda la comprensión del mundo.
Gallega, afirma que sí ha encontrado rechazo. «Allí funciona mucho el caciquismo. Se respira y se nota mucho el racismo y la discriminación, los estereotipos. Te lo encuentras a patadas, se dice que la gente formada tiene un respeto y un saber estar, y que el racismo es de analfabetos. Sin embargo, he encontrado la mayor discriminación en niveles elevados».
En la Universidad le preguntan si es india o sudamericana. «Yo les digo que soy vecina desde hace 500 años». María José también ha encontrado racismo en la forma de tratar los temas. «Cuando estudiábamos asignaturas como Antropología Social, Educación Social, Servicios Sociales, o en Trabajo Social, aparecía la imagen del gitano estereotipada, el gitano negro, con pelo largo, ladrón, que vive en chabola. Nunca se referían a los que estudiamos, trabajamos y que somos el prototipo de gitano del que se tiene que hablar».
Afirma que no lo ha tenido más difícil en clase y que se siente muy identificada con las mujeres de la sociedad mayoritaria y sus problemas. «Las capacidades no te menguan por ser gitana, te crecen porque yo con 16 años he tenido que resolver conflictos que igual una chica paya con 30 no los ha pasado. Te hace ser más madura. Con 15 años, las niñas gitanas son capaces de tener hijos y sacar una familia adelante, y una chica paya no sabe ni lavarse el pelo».
En cambio, Maite Suárez Vega, de 25 años, nacida en Cataluña pero criada en Extremadura, no ha encontrado racismo como tal ni en la calle ni con las amistades, pero le molesta que le digan «no pareces gitana» como un piropo. Ella ha estudiado Magisterio por Lengua Extranjera y ahora está en primero de Psicología y trabaja como prospectora laboral.
Su abuelo aprendió a leer con su padre, universitario y técnico industrial. «Como tantos padres gitanos, ha tenido que evolucionar para adaptarse a la sociedad mayoritaria, si no moriríamos como gitanos. Llevamos 500 años aquí y pese a los condicionamientos históricos seguimos siéndolo».
Afirma que la carrera le ayuda a conocer más a su pueblo. «Aunque atípicamente para la sociedad mayoritaria hayamos cursado estudios universitarios, no por eso vamos a dejar de ser gitanas. Nuestra cultura no es un hobby, es desde que te levantas hasta que te acuestas porque tus padres son gitanos, y te sientes gitana».
Mayte anima a las chicas que quieran estudiar y cree que las que no, están en su derecho. «Los padres tienen miedo de que los niños dejen de ser gitanos. Pero no queremos dejar de serlo, no nos da la gana». Opina que la solución está en que las familias gitanas conozcan más gente como ellas. «Somos muchos los que estamos ahí, y la sociedad no se da cuenta. Sólo ven a los que viven en poblados, a los que están en la droga. Sin embargo los señores de Gescartera, verdaderos ladrones, van en limusina».
EN DEFENSA DE SU ORIGEN Y DE LOS MÁS PEQUEÑOS
Mayte hizo una encuesta entre estudiantes de Trabajo Social de Mérida sobre si la educación universitaria atiende a la multiculturalidad. El punto central era una encuesta sobre las culturas árabe, gitana y china. «Les pregunté por la lengua, la bandera y el país de origen, pero resultó que los gitanos no tienen. Decían que están en el circo, que se dedican al cante y el baile, y que son muy machistas».
Opina que este test refleja el desconocimiento que existe en futuros profesionales. «Cómo se puede pretender que los gitanos se sientan integrados cuando los propios técnicos y profesionales no tienen conocimientos». Para esos estudiantes la cultura más desconocida era la gitana. «Si contamos los kilómetros que hay de aquí a China, cuanto más kilómetros, más conocimiento. Resulta que estamos aquí desde 1425, que hay documentos que reflejan que los gitanos llegaron a España para hacer el camino de Santiago, y sólo aparecemos como bandoleros de Sierra Morena».
Por su parte, María José reclamó al Ministerio de Educación la aplicación de la educación compensatoria con adaptación curricular. «Cuando vas a un colegio con muchos niños gitanos, la profesora dice que van mal y mientras ella explica, están detrás, dibujando. Lo más ético y profesional es hacer la adaptación curricular, pero no se hace». Cree que hay tantos niños gitanos analfabetos y absentismo porque no se sienten identificados con lo que se estudia, ni con los compañeros o la profesora.
Para intentar cambiar todo esto, ellas participaron recientemente en Alicante en una semana de actividades sobre el pueblo gitano.