Conferencia
Entrada libre
Organiza: CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado)
www.cear.es
INTERVIENEN:
ENRIQUE FIGAREDO. Obispo de Battambang (Camboya) y ganador del I Premio Juan María Bandrés, 2001 a la Defensa del Derecho de Asilo de CEAR y la Fundación CEAR.
MARÍA DEL CARMEN VICENTE. Miembro de la asamblea CEAR y del Jurado del Premio «Juan María Bandrés».
FERNANDO HERRERA. Delegado de CEAR en Alicante.
PRESENTA:
JOSÉ MARÍA PEREA. Periodista
Enrique (Kike) Figaredo (Gijón, 1959) es sacerdote y economista. Su relación con los refugiados comenzó en 1985 cuando empezó a trabajar en el Servicio Jesuita para los Refugiados (JRS) y fue destinado a los campamentos de refugiados camboyanos en Tailandia. Durante tres años, se ocupó de atender a los mutilados de guerra y a causa de las minas, en los campamentos Site 2 (180.000 refugiados, 1.500 mutilados),Site 8 (60.000 refugiados, 2.000 mutilados) y Site B (70.000 refugiados, 1.000 mutilados) en los que creó distintos servicios sociales y talleres de oficios. Posteriormente, colaboró en la acogida a los repatriados en 1992, con la creación de proyectos rurales de desarrollo. Desde 1993, reside en Banteay Prieb (a 20 kms. de Phnom Penh) desde donde ha impulsado la campaña internacional para la eliminación de minas y dónde ha creado la fábrica de sillas de ruedas Mekong.
Camboya: 10 millones de habitantes, diez millones de minas
La fábrica Mekong funciona con un equipo de 15 mutilados camboyanos graduados en la escuela de oficios creada por Figaredo. En ella se ha desarrollado un modelo de silla para inválidos especialmente adaptado a las necesidades camboyanas: con tres ruedas, para ofrecer mayor estabilidad en pisos irregulares y hecha básicamente de madera. En su fabricación se emplean materiales locales y así, indirectamente se genera también empleo en industrias auxiliares. Los equipos de distribución, compuestos principalmente por mutilados, se encargan de hacer llegar las sillas a los más necesitados por toda Camboya. Un país, con tantos habitantes como minas: 10 millones de habitantes, diez millones de minas extendidas por todo el territorio. Uno de cada 236 camboyanos ha sido mutilados por las minas y aún hoy, todos los días, siguen produciéndose nuevas víctimas.
Papel destacado en la campaña contra las minas
Figaredo desempeñó un destacado papel internacional en la campaña contra las minas. Esa acción mereció el Premio Nobel de la Paz, en el año 1997, galardón que fue recogido por uno de los miembros de su equipo de Banteay Prieb. Desde entonces, ha continuado colaborando con el JRS en Camboya, un estado convertido -paradójicamente, pese a su extrema pobreza- en tierra de acogida de refugiados, al ser firmante de todos los convenios internacionales desde que su gobierno fue tutelado por Naciones Unidas.
Desde julio de 2000, Figaredo ocupa la Prefectura Apostólica de Battambang que abarca ocho provincias camboyanas en las que residen un muy escaso número de católicos. Ese puesto le ha permitido ampliar sus actividades. Crear un centro de acogida de menores discapacitados, ampliar la distribución de sillas Mekong y el seguimiento de sus beneficiarios, construir viviendas y crear planes de trabajo comunitario para refugiados retornados, fundar escuelas de oficios para esa población o poner en marcha planes de sanidad y prevención del SIDA, han ocupado los últimos años de este jesuita español.
Primer Premio Juan María Bandrés
El jurado del Premio ha tenido en cuenta el hecho de que esta candidatura aúna una personalidad individual de gran carisma personal, destacada en la ayuda a los refugiados y la lucha humanitaria, con una organización como el Servicio Jesuita para los Refugiados, de por sí merecedora de este galardón por su labor en escenarios como Ruanda, Colombia, Sri Lanka, Sudán o Timor. También se ha tenido en cuenta el hecho de que Figaredo continúa en activo en el desarrollo de las actividades humanitarias.
CEAR
COMISIÓN ESPAÑOLA DE AYUDA AL REFUGIADO
La CEAR se constituye en 1979 y nace como respuesta a la necesidad de defender el derecho de asilo, objetivo fundamental tanto en sus origenes como en la actualidad.
En ese momento fundacional, la defensa del asilo tiene dos dimensiones básicas:
1- Asegurar la protección de las personas que en aquel momento llegan a España en busca de asilo, fundamentalmente refugiados procedentes de Chile, Argentina y Uruguay que se veían obligados a dejar sus países por la instauración en ellos de regímenes dictatoriales. Esa protección supone, primero, la obtención de un estatuto legal estable, y segundo, el reconocimiento de unos derechos sociales mínimos para estas personas en nuestro país, equiparables a los de los españoles en estado de necesidad.
2- Impulsar políticas para la consolidación del derecho de asilo, que en aquel momento ni siquiera estaba regulado en España. En 1978, en pleno proceso de transición política, el Estado español se adhiere a la Convención de Ginebra y el Protocolo de Nueva York sobre el Estatuto de los Refugiados, que son los convenios internacionales de ámbito universal en esta materia. En mayo de 1979 aparece la primera norma interna, un decreto-ley que regula las condiciones de la presencia de
los refugiados en España; pero la regulación es tan sumamente escueta y vacía de contenido que los refugiados latinomericanos permanecen en España bajo la Ley del 1969 que regulaba de una forma más generosa sus derechos en España.
La CEAR nace en plena transición democrática y con un rasgo muy importante: su carácter plural. En su seno, desde el primer momento se intenta que estén representadas todas las fuerzas democráticas que entienden que el derecho de asilo es un derecho fundamental de todas las democracias. Y es por este motivo que se integran en ella las Iglesias católica y evangélica, los partidos políticos, las centrales sindicales, los organismos de solidaridad y personas que a título individual se han destacado por su defensa de los derechos humanos.
En la Comisión Constituyente figuran personas como Mª Teresa de Borbón Parma, Carmen Díaz de Rivera, los abogados Joaquín Ruiz Giménez Cortes, Tomás de la Cuadra Salcedo, Enrique Miret Magdalena, María Jesús Arsuaga Lasa y Juan José Rodríguez Ugarte. En 1979 se incorporan la Asociación Catalana de Solidaridad y de Ayuda a los Refugiados (ACSAR). Posteriormente se incorporan las centrales sindicales mayoritarias y más tarde la comunidad musulmana en España.
El primer presidente es Justino de Azcárate. Habría que resaltar su figura ya que era un republicano y senador por designación real que, después de 39 años en el exilio a su vuelta a España y tras una conversación telefónica aceptó ser presidente de CEAR. Su aportación fue muy importante en el primer momento puesto que en España no existía una tradición de ONG´s. Había pues, un largo camino que recorrer y no cabe duda que la presencia de Justino favoreció la imagen pública a CEAR.
En estos primeros años, la CEAR es una organización sin medios que sale adelante por el esfuerzo de sus propios miembros (aportaciones que abarcan desde alimentos y mantas a gestiones de carácter absolutamente informal). No dispone de locales propios hasta que finalmente se nos cedieran los actuales de Madrid. Entre 1979 y 1981 se recibió ayuda económica del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y al tiempo se comenzaron los programas sociales con la gestión de unas becas del Servicio Universitario Mundial. La aportación de éstas y otras instituciones resultó decisiva, y ayudó a formar profesionales para el trabajo con los refugiados, puesto que en España ni existían ni había ninguna tradición en este trabajo.
Estos primeros profesionales fueron una persona argentina que se encargaba de la recepción y acogida, una uruguaya que llevaba los programas sociales y un equipo de tres abogados (sólo uno de ellos era español); durante mucho tiempo todos ellos fueron voluntarios y voluntarias. De aquella época, se destaca el apoyo informal que se recibió de muchísima gente, la gran compenetración que existió con el exilio latinoamericano y la coordinación con multitud de organismos e instituciones, algunos ya citados y otros como Amnistía Internacional (que asistía a las reuniones de CEAR).
A pesar de esta precaria situación, CEAR desempeñó un papel importante en la elaboración de la primera Ley de Asilo, reconocido incluso en la exposición de motivos de la misma. Las propuestas para la elaboración de la ley se formularon en colaboración con el ACNUR. Como fruto de un intenso trabajo con los parlamentarios y del importante apoyo de los medios de comunicación, los grupos minoritarios (PNV, CIU, IU) hicieron suyas las propuestas de CEAR y las presentaron a las Cámaras, con lo que se obtuvo la inclusión de algunas en el texto definitivo.
En 1983, la CEAR accede a los Presupuestos Generales del Estado por vez primera, encargándose de la gestión de varios programas gubernamentales de asistencia a solicitantes de asilo, refugiados y asilados. Y ya en 1984, adquiere una estructura parecida a la actual.
A partir de 1987 se constituyen las primeras delegaciones de la CEAR en las Comunidades Autónomas. Es en las Islas Canarias donde se abre la primera de estas delegaciones en 1987, constituida en torno a un grupo de abogados encargados de asesorar a los solicitantes de asilo que llegaban a estas islas.
Desde 1992 se constituyen sucesivamente otras delegaciones territoriales en aquellas Comunidades Autónomas más sensibles por ser lugares de llegada o asentamiento de solicitantes de asilo y refugiados: Andalucia, Pais Vasco, Comunidad Valenciana y Comunidad de Madrid. Recientemente en el año 2000, se ha constituido la última de las delegaciones territoriales de la CEAR en una Comunidad Autónoma, concretamente en Extremadura.
De este modo la CEAR, inspirada en los principios de solidaridad y defensa de los derechos y libertades fundamentales de la persona, queda constituida como organización voluntaria, no gubernamental, sin ánimo de lucro, pluralista e independiente de cualquier otra institución.
FIGAREDO DICE QUE «CORREN MALOS TIEMPOS PARA LOS REFUGIADOS
Monseñor Enrique Figaredo, jesuita gijonés que trabaja desde hace veinte años con los más desfavorecidos en Tailandia y Camboya, y que actualmente es obispo auxiliar de la provincia camboyana de Battambang, abre hoy con una conferencia el nuevo curso de actividades del Club INFORMACION.
En esta ponencia de entrada libre, que dará comienzo a las 19.30 horas en la sede del diario (Avda. Doctor Rico, 17), Figaredo, que el pasado jueves fue galardonado con el «I Premio Juan María Bandrés» de la Fundación CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) en reconocimiento a su trayectoria humanitaria, hablará de su trabajo con los mutilados por las minas personales en Camboya. A lo largo de dos décadas, el «obispo de las sillas de ruedas» ha estado «en contacto con la vida y la no vida», y aunque mantiene el optimismo, cree que los países ricos están muy ocupados en sus propios poblemas y que, de tanto distanciarse de la pobreza, han llegado a creer que ésta no es real.
«Soy una persona con suerte»
Figaredo, de 42 años, se define como «una persona con suerte», ya que a pesar de los problemas «que dan tantos dolores de cabeza», el trabajo directo con los más vulnerables «es muy bonito». «Estás en contacto con la vida y la no vida, y cuando hay vida, tiene tanta fuerza…», afirmó. En este sentido, recordó el caso de Nieng, una niña de unos 11 años -«allí la fecha de nacimiento no tiene importancia»-, la segunda de seis hermanos, que perdió parte de una pierna en la explosión de una mina de plástico de tipo «sco», de fabricación china, cuando recogía flores en el huerto de su casa. «Es una niña muy alegre», que enseguida pidió a Figaredo que fuera «su padre», como hace con otros niños heridos, que le regalara caramelos «y que le hiciera fotos».
Como las demás víctimas de las minas con las que trabaja «el padre Kike», Nieng podrá tener una pierna ortopédica y seguir con su vida como una persona normal. «Sin esta ayuda se quedaría en casa cuidando de sus hermanitos y se acabó, ése sería todo su futuro», explica el jesuita, cuya misión de Banteay Prieb se centra en las víctimas de las minas. En Camboya se cuentan unos 10 millones de minas, tantos como habitantes tiene el país. Por ello, uno de cada 236 camboyanos ha sido mutilado por uno de estos artefactos. Enrique Figaredo afirma que hoy más que nunca «corren malos tiempos para los refugiados» porque «el apoyo de los países ricos es cada vez más escaso».
AYUDA – Apertura de una fábrica de sillas de ruedas de madera
Con la ayuda de quince mutilados por las minas personales, graduados de la escuela de oficios de los jesuitas, Figaredo ha levantado una fábrica de sillas de ruedas de madera, especialmente preparadas para el terreno camboyano y resistentes a la humedad. Son las llamadas «sillas Mekong», a las que el padre Figaredo considera «como un nuevo sacramento» que permite a un mutilado mirar a los demás «de frente», trabajar, valerse por sí mismo, es decir «vivir con dignidad». «En general las cosas van para adelante estupendamente», explica el religioso, aunque sus equipos «cada vez tienen menos dinero» y peligran los trabajos que llevan a cabo en Camboya.
FIGAREDO DICE QUE CAMBOYA SUFRIRÁ LAS MINAS 100 AÑOS MÁS
J. HERNÁNDEZ
El obispo asturiano Enrique Figaredo, I Premio Juan María Bandrés de la Fundación CEAR (Comisión Española de Ayuda al Refugiado) por su trabajo de 20 años con los desfavorecidos en Camboya y Tailandia, cree que el problema de las minas antipersonas que siembran la geografía camboyana tiene solución «aunque con la tecnología actual todavía tendrán que pasar cien años para eliminarlas todas».
Este religioso, que se presentó voluntario para viajar a Camboya en los 80 atendiendo un llamamiento de los jesuitas, contó su experiencia en un acto en el Club INFORMACION. Figaredo relató numerosos casos de niños y adultos que han visto su existencia afectada por haber pisado alguna mina, habló de la evolución política del país y explicó las campañas antiminas que iniciaron a nivel internacional. Entre ellas, destacó el voto del Parlamento español a favor de la eliminación de las minas antipersonales después de la visita de dos niños camboyanos mutilados a la Reina Sofía. «Fue algo muy importante puesto que España era uno de los mayores fabricantes mundiales de este tipo de armamento».
Sobre la inmigración en España, dijo que es un problema muy complejo «y tiene que estar regulado, pero de una forma amplia. Hay que crear fórmulas para que estas personas que no tienen salida puedan encontrar trabajo aquí y ayudarles a abrir cauces de desarrollo en sus países de origen».