En colaboración con la empresa exhibidora Vicente Espadas, S.A. y la distribuidora Alta Films
SINOPSIS
En 1949, Clément Mathieu (Gérard Jugnot), profe-sor de música en paro, empieza a trabajar como vigilante en un internado de reeducación de meno-res. Especialmente represivo, el sistema de edu-cación del director Rachin (François Berléand) apenas logra mantener la autoridad sobre los alumnos difíciles. El mis-mo Mathieu siente una íntima rebeldía ante los métodos de Rachin y una mezcla de desconcierto y compasión por los chicos. En sus es-fuerzos por acercarse a ellos, descubre que la música atrae poderosa-mente el interés de los alumnos y se entrega a la tarea de familiarizar-los con la magia del canto, al tiempo que va transformando sus vidas para siempre.
DIRECTAMENTE AL CORAZÓN
CINE – CRÍTICA
ANTONIO DOPAZO
Ha sido un éxito de proporciones inusitadas en Francia, donde ha conectado de lleno con la sensibilidad del público, y aunque no tendrá en España las mismas repercusiones, por supuesto, es una película entrañable que tiene la virtud de hablar directamente al corazón del espectador. Este debut en el largometraje de Christophe Barratier es, en verdad, una sorpresa a todos los niveles que nos pone en contacto con un cineasta que sabe emplear con las imágenes el lenguaje más directo y elocuente. Su película puede inscribirse en la mejor tradición gala de títulos sobre adolescentes, aunque no llegue a la talla de «Los 400 golpes» o «Adiós muchachos».
Es cierto que Barratier ha partido de una estructura previa, un viejo film francés de 1945, «La cage aux rossignols» de Jean Dreville, no estrenado en nuestro país, que le dejó marcado cuando lo descubrió en televisión, pero aun así, y tratándose de un supuesto «remake», la ha llenado de un espléndido contenido. Nadie puede poner en duda que su trabajo se aleja de cualquier influencia para convertirse en algo personal. El único y mínimo reparo que se le puede achacar es la descripción de unos personajes adultos un tanto estereotipados, cuyas reacciones son esquemáticas y algo previsibles.
Pero el relato tiene capacidad para no solo meter de lleno en sus entresijos, también para ganarse la simpatía, la sonrisa y, en su parte final, la emotividad del auditorio. Lo que hace el director es humanizar a unos niños que estaban «aparcados» en «El fondo del estanque», un sórdido correccional de la posguerra, en 1949, sometidos a un régimen represivo de acción y reacción planificado por el despótico director Rachin. Y lo hace reivindicando una pedagogía en aquel momento revolucionaria, por la que se encauza la agresividad de los muchachos a través de la música y el canto. Un método que pone en marcha Clemend Mathieu, el nuevo vigilante del centro, un profesor de música fracasado que ha aceptado el empleo.
Desde que Mathieu atraviesa las paredes del edificio y entra en contacto con los adolescentes la semilla de un cambio en el trato y en la actitud de unos con otros empieza a germinar.
