CANTAORES: JOSÉ MENESE y ANA «LA YIYA»
GUITARRA: ANTONIO CARRIÓN
GUITARRA: ANTONIO CARRIÓN
Las saetas se cantan al amparo de diversos estilos y utilizando palos básicos del flamenco: toná, martinete, carcelera, seguiriya, seguiriya y cambio por martinete, seguiriya y cambio por carcelera… y este abanico de formatos será el usado por los intérpretes
JOSÉ MENESE
Comienza su carrera como cantaor en el Madrid de los 60, frecuenta los círculos intelectuales antifranquistas y forja un estilo ortodoxo de arte, con letras comprometidas y superando todos los palos hasta convertirse en uno de los patriarcas del flamenco. Con más de cuatro décadas a sus espaldas en las que actuó en el Olympia de París o la sede de la ONU y una gran labor de difusión del flamenco en el mundo universitario. Menese es el máximo representante de la escuela mairenista y encarna esa rotunda afirmación que dice «el cante bueno duel».
ANA «LA YIYA»
Ana Ramírez «La Yiya», Puebla de Cazalla (Sevilla). Perteneció durante 3 años a la Compañía de Cristina Hoyos recorriendo los escenarios más importantes del mundo. En 2004 reaparece con el nombre artístico «La Yiya». Beca de la Fundación Cristina Heeren con Naranjito de Triana, Calixto Sánchez, José de la Tomasa… Destacan los premios de Soleá de Alcalá y Triana de la Diputación de Sevilla y premio Candil de Barcelona. Actualmente recibe formación en la Escuela de Cante de Fernando Rodríguez de Puebla de Cazalla.
ANTONIO CARRIÓN
Hijo del cantaor Carrión de Mairena, su toque hunde sus raíces en las escuelas de Melchor de Marchena, Niño Ricardo y Manolo de Huelva principalmente. Entre otros reconocimientos ha sido galordonado en los Premios Nacionales de Flamenco de la Cátedra de Flamencología de Jerez con el premio a la mejor guitarra del año 2008 y 2009.
CICLO «MÚSICA PARA LA SEMANA SANTA, MÚSICA PARA LA PAZ»
El ciclo «Música para la Semana Santa, música para la paz» reunirá esta tarde en el Club INFORMACION a José Menese, máximo representante de la escuela mairenista y uno de los patriarcas del flamenco a nivel mundial, y a Ana «La Yiya», con varios premios que avalan una exitosa carrera profesional con tres años en la compañía de Cristina Hoyos y becada en la Fundación Cristina Heeren. El tercero en discordia será el guitarrista Antonio Carrión, hijo de Carrión de Mainera, que tiene entre sus reconocimientos el Premio Nacional de Flamenco de Jerez a la mejor guitarra en 2009.
Este ciclo, que cumple su octava edición, ha querido dejar su espacio a las saetas, que tienen muy diversos estilos, de la tonà a la carcelera o la seguriya, en un espectáculo, el de esta tarde, organizado por Pablo Martínez Samper, hijo del ex concejal de Cultura, José Antonio Martínez Bernicola, y con la colaboración de la Fundación Manuel Peláez.
El programa de este ciclo de conciertos, que se inició con la actuación de la Coral de Voces Blanca de Xixona y continuó con música italiana y alemana del siglo XVII, culminará el 30 de abril en la Concatedral de San Nicolás con un concierto de la Banda Municipal.
JOSÉ MENESE: «LAS SAETAS SON BIEN RECIBIDAS EN ALICANTE Y LOS PASOS COBRAN VIDA»
Entrevista por JUANI HERNÁNDEZ
¿Cuántas saetas interpretará en el Club?
Tengo previstas cinco, que luego serán más porque el público siempre quiere que repitas. La saeta es tan difícil, que si sale muy alta te estrellas y si sale muy baja no vale un duro. Pero esperamos que la cosa fluya, seguro que será así con la ayuda de mi guitarrista, Antonio Carrión, hijo de Carrión de Mairena, con el que tengo amistad desde hace quince o veinte años.
¿Con qué tipo de saetas piensa deleitar al público?
Las saetas nunca se puede cantar igual porque sería un monólogo absurdo. Iremos cambiando de música, por seguiriya, incluso por peteneras. A lo mejor me fusilan pero puede quedar hermoso. Si se cantan dos saetas iguales la cosa no funciona. Uno tiene sus recursos y ni el público ni el Cristo o la Virgen «que escuchan» deben aburrirse con la misma música.
Para el profano, se puede decir que hay mucha variedad…
Quienes piensen que todas las saetas son iguales están muy equivocados. Cada pueblo de Andalucía tiene su propio estilo de saetas. Antonio (el guitarrista) me propone empezar con una de mi pueblo, cómoda de hacer, larga y que llega. Cantaré una que grabé siendo muy joven, con 22 añitos, y que va dedicada a quien ayuda a Cristo con la cruz, titulada «Encorvao y sin fuerza ya», así acaba el poema, que es en realidad lo que se le canta a las vírgenes y los cristos.
¿Cuándo actuó por última vez en Alicante?
Hace un mes y medio en la Universidad. Tengo 68 años y llevo 35 viniendo, me siento un poco «alacantino», y voy a estrenar una saeta para Alicante, de la que siempre he estado cerca gracias a José Antonio Martínez Bernicola, compadre mío, ya fallecido, con el que estuve como era mi obligación.
Los alicantinos, ¿disfrutan con las saetas?
Las saetas son bien recibidas donde las cantes. Quizá en Valladolid o Palencia no ocurre porque no hay un Bernicola que se ocupe de esto. Allí son pasos muy bonitos pero sosos. Con las saetas cobran vida, es la diferencia. En Alicante le gustan a la gente. Cuando canté en el barrio de Santa Cruz, parecía que estaba en Triana, el barrio más castizo, gitano y flamenco. Aquí tenéis espontáneos. Es bonito, porque la saeta surgió de ahí, de un espontáneo que al ver un paso lo sintió dentro de su cuerpo, como me pasó a mí, es una cosa que absorbe.
¿Cuál ha sido el momento más intenso que ha vivido?
Fue en Sevilla. Todo el mundo habla de La Macarena pero el Gran Poder es el Gran Poder. En la calle Placentines, que es muy estrecha, el paso entraba muy justo, me quedé debajo de él y fue terrorífico, no pude cantarle, me acogoté. Lo pasé mal, viendo un rostro tan sumamente dramático. Sí le canté en la calle Zaragoza, en casa de Juana Aizpuru, y, yo que soy ateo, me emocioné.
SAETAS CON LOS GRANDES
ÁNGELES CÁCERES
Con un Club tan a rebosar que hasta hubo que habilitar bancos supletorios en uno de los pasillos laterales, las saetas se adueñaron anoche una vez más del espacio, poniéndole al público el corazón en un puño. Este año con doble motivo, ya que a la tristeza antigua por la muerte de Dios vino a sumarse la pena reciente de la muerte de alguien más terrenal, pero también muy querido, incluso muy imprescindible, para muchos de los presentes: José Antonio Martínez Bernicola. Aquel amigo bueno, experto en saberes flamencos, que logró consolidar en Alicante el conocimiento y la afición por un arte que, en principio, no tenía demasiado que ver con esta tierra. Hasta que «El Berni» se empeñó en que lo tuviera.
Así que la noche del 30 de marzo, con la primavera ya reventando después de un invierno duro y largo, y dominando el cielo una luna redonda y gigantesca, plateá como filo de navaja, se subió al escenario para abrir el acto Pablo, el hijo del Berni; que no quería ni hablar ni leer en público «pero mi madre me lo ha pedido», y que se trajo para leer unos papeles de su padre; de quién, si no. En primera fila Finuchi, viuda recental sacando fortaleza de su propia sonrisa, y personalidades, y autoridades, y un público entregado desde antes de dar comienzo el concierto. Y leyó Pablo que una saeta, amén de un cante, «es un arma arrojadiza, y la manifestación de la soledad del hombre, del cantaor: del pueblo». Ahí queda eso. Y le dio las gracias, por estar y ser, a José Menese. Que estaba ya, mucho antes de empezar, con la garganta chorreando llanto.
Lo primero fue el pase de un vídeo, intencionadamente largo y lento, del Jesús del Gran Poder. Con un silencio que se metía piel adentro sin hacer distingos entre creyentes, agnósticos o ateos, y que fue amoldando los oídos y el sentimiento para lo que venía inmediatamente después: las saetas en vivo. Pero, antes de cantar, Menese anunció con la voz quebrada: «Ni que decir tiene que mi cante, el de mi paisana Ana y el toque de Antonio Carrión están dedicados a mi compadre José Antonio: vayan para él las saetas de La Puebla de Cazalla». Y a partir de ahí se arrancó, «en la cumbre de aquel monte se murió a las tres en punto». Y la noche se hizo duelo.
Y después: «por Alacant va llorando la Soleá en su dolor». Pero ante los aplausos entusiasmados, avisó: no quisiera que esto se pareciera a un espectáculo; que sea? otra cosa. Y otra cosa fue: una marea creciente de emociones, escalofríos, congoja, corazones a flor de piel. La guitarra de Carrión se deshizo en sangre para emparejarse con los cuajarones de la cara y las manos del Gran Poder; y en lágrimas, para mezclarse con las del rostro de la madre, ésa para la que «no hay consuelo a su amargura», detras del hijo torturado y casi agonizante que «parece un lirio tronchao». Tanto sangró la guitarra que Menese estalló: ¡Carrión de mi alma!
Ana «La Yiya», de encaje crema «por consejo de mi madre», parecía talmente un cirio de cera ardiente, con una voz ronca que arañó los adentros y arrancó aplausos de entusiasmo, parejos a los ¡olés! y ¡así! aprobatorios del maestro supremo de La Puebla. «La tierra se abrió en canales y el cielo se oscureció», cantaba Menese abriéndose en canal él mismo cara al público. Y «la Yiya» detrás: ¡Silencio, por Dios, silencio!, que el cielo enmude esta calle». Y otra vez él : «ya está muerto, ahí lo tenéis, el que fue rojo clavel es un lirio de Judea». Y en el patio de butacas faltaba el aire. Al final , tras las ovaciones entregadas, Menese quiso mandarle un último cante al Berni. Se quebró entero: «no puedo cantar, lo siento». Y se fue.