INTERVIENEN:
FRANCISCO CASES ANDREU. Obispo auxiliar electo de Orihuela-Alicante
FEDERICO SALA SEVA. Canónigo de la Concatedral de San Nicolás
CARMELO DÁVILA MARTÍNEZ. Delegado episcopal de Pastoral
JUAN ANTONIO GONZÁLEZ MAGAÑA. Subdelegado episcopal de Pastoral Vocacional
FRANCISCO BELTRÁN ANTÓN. Médico y diácono
PLÁCIDO FERRÁNDIZ ALBERT. Estudiante de Estudios Eclesiásticos
MODERA:
JOSÉ MARÍA PEREA. Periodista
«LOS JÓVENES TIENEN HOY MÁS COMPLICADA LA LLAMADA DE LA VOCACIÓN SACERDOTAL»
PIRULA ARDERIUS
Francisco Cases, Obispo auxiliar de la Diócesis, inició el relato de las circunstancias que iniciaron sus 26 años de vida sacerdotal en su Orihuela natal, vocación que nació sobre tres factores, la religiosidad que vivió en su infancia en el municipio, en el seno de su propia familia y el colegio, «verdaderos educadores de la fe», afirmó, subrayando que, aunque los frutos dependieron de él, raíz y tronco fueron inequívocamente cristianos. Después de afirmar que en la actualidad los jóvenes tienen unas circunstancias más difíciles para responder a la llamada del sacerdocio, Francisco Cases afirmó que la suya surgió de golpe cuando cursaba el Preuniversitario y se resolvió en paz, añadiendo que, en su caso, nunca se termina de aprender a ser párroco, vicario episcopal y posteriormente Obispo auxiliar.
En el caso de Federico Sala, Canónigo de la Concatedral de San Nicolás y con 60 años ya de sacerdocio, su vocación la refirió también a las raíces de una familia cristiana, de San Juan, con dos sacerdotes ya en su seno. Según su testimonio, la vocación le surgió «como una sacudida eléctrica» al asistir en su pueblo a la primera misa que cantó un sacerdote. A los dos años de Seminario y después de un periodo de dudas sobre el infierno, volvió a sentir la sacudida escuchando hablar al misionero Sarabia de la divinidad de Jesucristo en la Catedral de Orihuela.
Por su parte, el villenense Carmelo Dávila, delegado episcopal de Pastoral y 25 años después de su ordenación, recuerda que a los 10 años un sacerdote le invitó a ir al Seminario y que fue su padre, ateo, el que le animó a volver después de una temporada de dudas como consecuencia de un amor juvenil. Un compañero sacerdote le convenció y a partir de su ordenación tuvo la convicción de la llamada de Dios «y encontré sentido a toda mi vida», señaló.
Juan Antonio González Magaña, subdelegado episcopal de Pastoral Vocacional quiso ser «como el sacerdote don Toribio» de Castalla, donde llegó con su familia en 1964 procedente de Córdoba. Aseguró que en su etapa de Seminario pasó por dudas, enamoramientos, «también tenemos corazón y nos enamoramos, gracias a Dios», pero aseguró que cada día se siente más feliz y seguro del paso que dio.
A los 23 años le llegó a Francisco Beltrán, médico y diácono, la llamada de Dios. Fue en el transcurso de unos ejercicios espirituales para jóvenes donde, tras una confesión, asegura que la vida comenzó a tener sentido para él. En quinto de carrera se planteó seriamente el sacerdocio y lleva siete años en el Seminario.
Finalmente Plácido Ferrándiz, seminarista desde los 13 años, aseguró que en un retiro se entusiasmó de Jesús y de su vida, que posteriormente se enamoró y sintió otra llamada, pero que fue más fuerte el tirón de Dios «y llegas a darte cuenta de que es justo a Jesús y poniendo tu vida en manos de la Iglesia, como puedes hacer crecer las cosas buenas de este mundo», aseguró.