Interviene
Óscar Mateos. Licenciado en Ciencias Políticas. Doctorado en Relaciones Internacionales porla UAB. Profesor en la Universitat Ramón Llull de Barcelona y responsable del área social del Centro de Estudios Cristianisme i Justícia.
Presenta
Josep Buades Fuster. De la Compañía de Jesús (jesuita). Coordinador del departamento de Estudios de la Fundación CeiMigra y coordinador de la Red Servicio Jesuita a Migrantes (España).
En los últimos tres años, una buena parte de los países que conforman lo que denominamos como “entorno mediterráneo”, desde Marruecos hasta Israel, pasando por Egipto, Túnez, Grecia o España, han presenciado intensas protestas sociales. En el caso de los países del mundo árabe dichas protestas han derivado incluso en revueltas sociales y en cambios de régimen político. Más allá del resultado a corto plazo que estos “movimientos de indignados” han provocado en cada uno de los países (para algunos, de la “primavera árabe” se ha pasado a un “otoño islámico”, en el caso de las revueltas árabes; mientras que para otros, el “15-M” en España no ha logrado concretarse en propuestas políticas determinadas) la presentación tiene por objeto precisamente huir del cortoplacismo y analizar dos elementos de fondo muy significativos: por un lado, todo estas protestas, aunque presentan elementos muy distintos entre sí, comparten la existencia de una grave crisis política, institucional y socioeconómica, que en el caso de España podría tener que ver con la crisis de la “cultura de la transición”; por otro lado, han compartido herramientas de movilización en red en el que el uso de internet y de las nuevas tecnologías ha sido en casi todos los casos cruciales. Por todo ello, más que estar ante un hecho puntual y de resultados más o menos exitosos en los diferentes casos, podríamos estar ante el inicio de una forma de protesta nueva, con un fuerte componente internacionalista gracias a las redes sociales, y que estaría indicando una notable crisis política en un contexto de cambio de época.
ENTREVISTA A ÓSCAR MATEOS
Por Isabel Vicente
«EXISTE EL PELIGRO DE QUE UN SALVAPATRIAS CANALICE POR LA DERECHA EL DESGASTE DEL PP»
El objeto de su conferencia son los movimientos de los indignados en el entorno mediterráneo. ¿Qué hay en común en todos los países en los que se ha producido este fenómeno?
Implica una panorámica muy general de los movimientos de protesta que ha habido con efecto dominó desde Túnez por todo el mundo árabe y el sur de Europa. Me quiero centrar en dos casos: Túnez y Egipto, una pequeña muestra del mundo árabe en los que los movimientos han tenido una gran repercusión política. En España las causas son diferentes pero hay elementos comunes, sobre todo en dos cuestiones: son protestas generalizadas contra la corrupción y la crisis de las instituciones, y aparecen las redes sociales como instrumento de movilización novedoso no sólo en la zona mediterránea sino que ha sido fundamental en las movilizaciones en Islandia o en EEUU. Se trata de una nueva manera de abordar los problemas.
Han sido movimientos muy explosivos con repercusiones importantísimas en algunos países árabes. Pero, ¿qué ha supuesto en España más allá de la creación de plataformas como stop desahucios?
Analizar estos elementos desde una perspectiva cortoplacista es un gran error. Es como si analizáramos la historia del movimiento obrero mirando las revueltas de 1870 que fracasaron. Hay que tener claro que estamos en el principio de algo y valorar estos movimientos sólo buscando resultados a corto plazo es un error. Hace falta perspectiva para ver su envergadura. Ese grito de «No nos representan», creo que influye enormemente en los valores de la sociedad y en la forma de entender el momento actual. La sociedad está cansada de privilegios políticos y financieros. Al margen de acciones concretas, como el tema de los desahucios, es muy importante la repolitización del debate social. La sociedad que estaba adormecida tras una década de euforia económica, se ha replanteado qué está pasando.
¿A largo plazo estos movimientos van a suponer algún cambio social?
Sí. Esto es el inicio de algo. Es un cambio de época. El mundo heredero de la Segunda Guerra Mundial empieza a fracturarse y los cambios se han acelerado por la crisis. El mundo industrializado, donde había una ocupación estable con un modelo familiar estable, yo creo que va a cambiar. Vemos que nuestro propio pacto constitucional se ha desmoronado. Hay muchos jóvenes muy formados que han salido a la calle porque están frustrados porque este pacto no da respuesta a las necesidades de la sociedad. Los debates en el entorno del 15-M han sugerido la necesidad de impulsar un proceso constituyente, algo que no se planteaba desde los años 70.
¿Pero todo esto no se olvidará tras la crisis económica?
Es difícil saber qué va a ocurrir, pero la conflictividad social no se va a pasar porque hay una sociedad cada vez más fracturada en dos. Nos encaminamos a una sanidad, a una justicia, a una sociedad para ricos y otra para pobres. Nos encaminamos a un modelo de una dualización social espectacular. Somos el país de más desigualdad social de la UE. Hoy, quien es mileurista tiene suerte. Los ricos son cada día más ricos y los pobres más pobres. Más allá de que empiece a crearse empleo, de que fluya el crédito o de que Alemania deje de asfixiarnos, esa división entre ricos y pobres va a estar ahí y esto nos puede llevar a una conflictividad social importante.
¿Cómo evitarlo?
Lo ideal es que este descontento se canalice por medios pacíficos, con nuevas ideas y de ahí la importancia de los movimientos de los indignados, pero hay un riesgo real de que aparezcan salvapatrias como se ve en Grecia con movimientos neonazis en las urnas. En España el PP absorbe esa extrema derecha, pero se ve que va perdiendo votos y alguien va a canalizar por la derecha ese desgaste. Los movimientos surgidos del 15M van a ser cruciales en la recomposición de un nuevo contrato social basado en solidaridad, justicia social, equidad, etc. El papel de estos movimientos ha sido fundamental, lo es, y lo será.
