Mesa redonda
«¿ES POSIBLE CONTROLAR LAS MÁQUINAS CON EL CEREBRO?»
Patrocinado por la Cátedra de Neurobiología del Desarrollo «Profesora Remedios Caro Almela», dentro del ciclo «Cerebro y Sociedad»
INTERVIENEN
RICARDO CHAVARRIAGA. École Polytechnique Fedérale de Lausanne (Suiza)
MIGUEL MARAVALL. Instituto de Neurociencias de Alicante, UMH-CSIC
MODERA
JUAN LERMA. Director del Instituto de Neurociencias de Alicante
CLAUSURA DE LA X SEMANA DEL CEREBRO 2010
MIGUEL MARAVALL RODRÍGUEZ
Se licenció en Física por la Universidad Autónoma de Madrid, y se doctoró en Física en la State University at Stony Brook (New York, USA). Ha realizado estancias de investigacion postdoctoral en varios centros de investigación de excelencia tanto norteamericanos como europeos. En estos momentos dirige el grupo de investigación sobre “dinámica y plasticidad de las respuestas corticales” en el Instituto de Neurociencias, UMH-CSIC. Este grupo utiliza diferentes técnicas avanzadas de investigación para desentrañar los mecanismos que explican cómo el cerebro integra diferentes señales eléctricas producidas en respuesta a diferentes estímulos (por ejemplo, estímulos táctiles). El resultado de dicha integración genera el fenómeno de percepción consciente de dichos estímulos.
RICARDO CHAVARRIAGA LOZANO
Se graduó como Ingeniero en la Universidad Pontifica Javeriana de Cali (Colombia) y se doctoró en Neurociencia Computacional por la Ecole Polytechnique Federale de Lausanne (Suiza), donde en estos momentos investiga el uso potencial de la actividad eléctrica producida durante el funcionamiento del cerebro, para mejorar sistemas artificiales de control de instrumentos, denominados “interfaces cerebro-máquina”. Durante los diferentes procesos del funcionamiento cerebral (por ejemplo, mientras se está tomando una decisión entre dos opciones) se producen cambios de la actividad eléctrica cerebral. Una vez decodificados por los “interfaces cerebro-máquina”, estos cambios se pueden usar para que un individuo controle un determinado mecanismo, tan sólo con su función mental, es decir, sin necesidad de desarrollar ninguna acción muscular (como mover los ojos, la cabeza, la boca, etc.).
JUAN LERMA: «PODEMOS LLEGAR A MOVER MÁQUINAS SÓLO CON EL PENSAMIENTO»
PINO ALBEROLA
La X edición de la Semana del Cerebro llegó ayer a su fin en el Club INFORMACIÓN. El broche de oro lo puso un debate titulado «¿Es posible controlar las máquinas con el cerebro?», a cargo de los doctores Ricardo Chavarriaga y Miguel Maravall. Un sugerente coloquio para unas jornadas que se celebran, simultáneamente, en todo el mundo y que tienen como objetivo difundir las investigaciones que se han hecho en el estudio del cerebro para la gente en general.
¿Por qué es importante difundir la investigación del cerebro a la sociedad?
Porque la ciencia también es cultura. Hay un empeño en todos los países, alentado por los científicos, por decirle a la gente lo que están haciendo, a qué conclusiones están llegando y cómo se está progresando. Los estudios científicos son muy caros y quien los financia es la sociedad. Entendemos que es justo que ésta sepa lo que estamos haciendo con el dinero que pone a nuestro alcance. El Instituto de Neurociencias lo tiene muy claro y está muy comprometido con esa labor de divulgación. Respecto al programa de la X Semana del Cerebro, la primera ponencia llevaba el sugerente título de «Olores, sabores y picores: neurociencia básica para disfrutar de la cocina». La segunda charla tuvo que ver con algo más prosaico como la enfermedad de Alzheimer. El último día se ha celebrado una mesa redonda, patrocinada por la Cátedra Profesora Remedios Caro Almela, con el título «¿Es posible controlar máquinas con el cerebro?». Yo creo que la respuesta a esta pregunta es sí y hay muchos ejemplos que lo ponen de manifiesto. Aunque todavía de manera rudimentaria, pero se puede, sólo con el pensamiento, mover manos robóticas, sillas de ruedas… Esto se pude hacer gracias a dos avances fundamentales en los últimos años. Uno es en el conocimiento de cómo funciona el cerebro y otro es un avance fundamental en la bioinformática, que nos permite mejorar la potencia de los ordenadores actuales, miniaturizarlos y diseñar programas que interpreten las ondas cerebrales y comandar máquinas de acuerdo con éstas. Todo esto está a nivel rudimentario, pero en pocos años va a tener una repercusión importante.
¿Es difícil para los científicos bajar a la arena y explicar al público en general en qué consiste su trabajo?
Es difícil, pero no debe serlo. La actividad de divulgación es difícil porque un científico, que está en un nivel de pensamiento intenso, lo sacas de su abstracción y tiene que explicar con 50 palabras lo que probablemente explicaría con dos. Pero hay científicos que son magníficos comunicadores, capaces de explicarle a la gente, con un lenguaje llano, lo que están haciendo y cuáles son sus repercusiones. Creo que este aspecto es una obligación para los científicos. Pero, obviamente, los científicos, lo que tenemos que hacer es ciencia y tampoco podemos ocupar nuestro tiempo en actividades que son buenas, pero que no son lo que tenemos que hacer. Tendría que haber estructuras que faciliten la comunicación entre ciencia y sociedad.
¿Sigue siendo el cerebro el gran desconocido?
Lamentablemente sí. Esto plantea una reflexión en estos días en los que estamos asistiendo a si los recortes en I+D+I son más o menos severos o si se potencia más la innovación a costa de la investigación básica. Si dejamos de estudiar el cerebro a nivel básico, vamos a tener un problema de solventar enfermedades mentales, de entenderlas y de poder curarlas. Esto es particularmente evidente en el cerebro, donde los principios no están todavía determinados. La sociedad no es otra cosa que el entendimiento entre cerebros y si sabemos cómo funcionan y cómo se pueden entender, posiblemente podamos poner las bases para los entendimientos.
¿Qué hace del cerebro un órgano tan perfecto?
Sus miles de años de evolución. La evolución cerebral es lo que ha hecho al hombre ser tan exitoso en la naturaleza. No hay ningún animal capaz de modificar la naturaleza, excepto el hombre, quien se ha constituido, gracias a su cerebro, en el rey de la naturaleza, en el sentido de que la puede modificar y a veces catastróficamente.