Exposición abierta hasta el 8 de febrero de 2004
«El artista vuelve a caminos que dejó abiertos porque uno pinta lo que es»
J. A. GIMÉNEZ
Con la esperanza de que el público que contemple su trabajo «llegue a emocionarse frente al cuadro», la pintora alicantina María Chana inaugura hoy en la sala de exposiciones del Club INFORMACION una muestra de más de 40 obras realizadas en distintos formatos y técnicas como acrílico y acuarela que se pueden contemplar hasta el próximo 8 de febrero. Hacía un tiempo que no exhibía su pintura en la ciudad de Alicante y ahora vuelve con la misma fuerza que desprenden sus cuadros. En ellos, afirmó ayer a este diario la artista, «hay un aroma o espíritu común» que se refleja «en un mundo de significados relacionados con la naturaleza, a través de masas de color arbóreas, vegetación, texturas que recuerdan a la madera, la humedad, y con deslumbramientos y juegos de luces y sombras».
Y es que a la hora de ponerse a pintar, Chana admite que «busco plantearme retos plásticos, cómo resolver técnicamente los problemas que se me plantean; eso me importa más que la coherencia que se nos suele pedir en una exposición». La pintora resume su filosofía al afirmar que persigue «lograr algo que evoque o sugiera más que cuente o imponga criterios». Para ello juega «con pocos elementos, con transparencias y con primeros y segundos planos falsos, que chocan y rebotan». Todo con tal de que el espectador «se sienta dentro de ese espacio», explica la pintora alicantina.
Reconoce que con el paso del tiempo se ha producido una evolución en las formas y en los planteamientos estéticos de su arte, aunque ella tiene claro que «uno siempre pinta lo que es» y es normal que «haya un hilo conductor que queda soterrado o casi escondido y que volvamos a esos caminos abiertos que siempre dejamos». En este sentido, María Chana comentó que en su obra más reciente -las obras expuestas han sido realizadas en los dos últimos años- «me he encontrado con elementos que no usaba hace 10 o 15 años». «Hago abstracción, pero mi obra no deja de tener elementos que al mismo tiempo coquetean de manera muy sutil con el mundo más visible», especificó. En cualquier caso, la artista cree que «es necesario que la gente se acerque al arte contemporáneo sin prejuicios, con la mirada lo más descontaminada posible y alejada de tópicos localistas que poco tienen que ver con el arte».
María Chana tan sólo aspira a «seguir trabajando y hacer cosas nuevas» porque, a su juicio, «nunca uno llega a su madurez artística, pero sí te aproximas a una mayor libertad creativa y tienes menos prejuicios a la hora de elegir opciones estéticas».
Arte natural
J. A. GIMÉNEZ
El arte volvió ayer a las paredes de la Sala de Exposiciones del Club INFORMACION. Y lo hizo con un arte en mayúsculas: el de María Chana. La pintora alicantina inauguró ayer, con la presencia de numerosos amigos y compañeros de profesión, una muestra de 42 obras realizadas en los últimos dos años. Se trata de la primera exposición individual que realiza en este espacio una mujer.
Esta muestra se produce, además, cuando se cumplen 25 años de la primera vez que la artista exhibió sus creaciones en Alicante, en la Galería 11. Y, por completar, las efemérides que coincidieron en la jornada de ayer, cabe señalar que hacía tres años desde la última exposición de María Chana en la ciudad de Alicante, que tuvo lugar en la galería de arte La Decoradora.
Pero en todo este tiempo, la artista, nacida en Madrid en 1952 pero afincada desde hace años en Alicante, no ha dejado de trabajar en la pintura, su pasión. Una pasión que no precisa denominaciones ni títulos, como todas sus obras, en su mayoría acrílicos sobre tela, de distintos formatos.
Y es que su pintura, como ella misma asevera, se basta a sí misma. Así se encarga de recordarlo el dramaturgo francés Fabrice Melquiot en el prólogo del catálogo editado para la ocasión, donde habla del «temblor orgánico» que le provocan los cuadros de María Chana.
La pintora añade con esta exposición individual un eslabón más a una lista que comenzó en 1973 en el Barnfield Theatre de Exeter (Inglaterra). Desde entonces hasta hoy Chana ha colgado sus cuadros en galerías, salas de exposiciones y museos de toda España y otros países como Bélgica o Chile. Un tiempo en el que también ha sabido granjearse la amistad y la consideración de colegas de profesión y del mundo de la cultura alicantina.
No en vano, Chana estuvo ayer acompañada en la inauguración por compañeros como Arcadio Blasco, José Díaz Azorín, Pepe Gimeno, Polín Laporta, Morán Berruti, Vicente Sala, Pau Lau, Segundo García, Emilio Soler, Dionisio Gázquez, y su marido Fernando Gómez Grande, entre otros.
La muestra permanecerá abierta en el Club INFORMACION (Avda. Doctor Rico 17, Alicante) hasta el próximo 8 de febrero, en horario de lunes a viernes de 17.30 a 21.30 horas y sábados, domingos y festivos de 11 a 14 horas.
MARÍA CHANA – Pintora
«Es fundamental diferenciar entre la creación y la vida»
ÁNGELES CÁCERES
La última entrevista fue en el Palas, ¿recuerda?
Perfectamente, en la terraza frente al mar.
Su pintura de entonces era dolora, tremenda; la de hoy está clarificada, como si se hubiera destilado en ella una nueva alegría.
Es difícil ser objetivo con uno mismo, sobre todo cuando se trata de arte que es lo menos objetivo que hay; no recuerdo exactamente, pero tengo idea de que era una obra más dura, en el sentido de que quizá había menos connotaciones figurativas; los esquemas de trabajo y la superficie del cuadro eran como mucho más netos, jugaba con planos fundamentalmente y los colores eran también más planos. Creo recordar que el cuadro estaba muy cerrado por los bordes.
Exacto: eran cuadros prisioneros.
Puede ser. Está claro que, trabajando con aquello por lo que casi todo el mundo me conoce, que son los rojos, eran mucho más dramáticos. Cualquier color depende de cómo lo trabajes y en qué contexto, pero sí creo que he ido soltando de alguna manera un cierto «miedo» a la normativa, digamos, pictórica. Quizá en la medida en que te vas haciendo mayor, no es que te hagas más dueño de tus recursos sino que te vas haciendo como más libre en el sentido de la expresión. No tienes que reivindicar tanto quién eres, aquello va apareciendo sin ningún esfuerzo, va estando ahí, y lo aceptas. Eso en pintura por supuesto que se refleja, no estoy hablando tanto de anecdotarios personales como puramente plásticos. Esas estructuras dentro del cuadro tan sumamente cerradas, jugando también bastante con grandes planos geométricos y al mismo tiempo con grandes superficies, se han ido contaminando. Ahora hay más elementos y más sugerentes, y ha ido habiendo una evolución de determinadas formas que en principio fundamentalmente eran para crear una arquitectura dentro del cuadro, y poco a poco se han ido soltando y convirtiendo en algo que en esta exposición son como sugerencias vegetales.
Incluso selváticas, es cierto.
Pero de una selva dulce. Los antiguos círculos, sencillamente por aplastamiento o alargamiento, se fueron transformando en otras manchas y devinieron en exposiciones anteriores en algo que semejaba pez, o ave. Siempre estamos jugando con esa ambigüedad en un lenguaje que antes era como más puramente pictórico, y ahora creo que hay elementos tan evidentes que ni yo misma me los puedo negar. Lo cual no quiere decir que yo construya ahora los cuadros menos que antes, o los piense menos, o cambie el concepto de una exposición. Pero la propia evolución te va llevando a ciertos sitios. Y, bueno, a lo mejor en lo personal también me siento más libre, menos condicionada; para construir unas cosas tienes ir dejando de lado otras. Son caminos y tú mismo te vas definiendo, el propio impulso de la pintura te va llevando.
Impulsos de libertad, eso es especialmente hermoso.
Lo que es evidente es que en esta exposición presento una pintura más vital, menos tenebrosa.
Tocada por la alegría. ¿Quiere eso decir que ahora es usted más feliz que antes?
La verdad es que no me lo he planteado; pero sí quiero contarte algo que tú vas a entender mejor que nadie. Hace algo más de un año murió de cáncer de pulmón un hermano mío al que adoraba: fue una etapa angustiosa, desde que se lo diagnosticaron. Yo tenía compromisos profesionales y no sabía ni cómo afrontarlos, estuve con él todo el tiempo que pude, mi vida estaba pendiente de aquel dolor. Hubo un cierto bajón en mi obra, no en el tono sino en los elementos, no sólo era oscurecer los colores, sino ensuciarlos.
Es natural: se le había ensuciado la vida.
Sí. Utilicé esos trucos que ya conoces para seguir en pie, aceptarlo, tratar de ser feliz y sobre todo hacer felices a los demás. Y luego he descubierto que ese tapón que te pone la vida, cuando estalla, te das cuenta de que es legítimo que vuelvas a ser feliz.
Más que legítimo, María. Es el legado que nos dejan los que se van: un legado de luz.
Y eso se refleja en la obra. Me ha servido para dar por lo menos tres pasos de golpe hacia la alegría de vivir. Ahora verás elementos como el uso de pequeños dorados; el uso de ciertos brillos, de ciertas lacas utilizándolas como color, se ha ido pasando a los dorados. Y ahí sí que hay como una cierta poética, religiosidad, no sé como llamarlo?
Por su nombre: llámelo amor.
Lo cierto es que lo he buscado como necesidad. Yo siempre he buscado que a mi pintura se pueda acceder directamente, sin tener que analizar demasiado, por lo menos al principio. Fíjate, algunas veces he pensado que sería interesante exponer, no los bocetos, sino todas esas obras que aparcas, que abandonas, en las que buscas y no acabas de encontrar.
Eso que luego se paga a precio de oro, como los originales llenos de tachones de un escritor.
Claro, todo lo que uno se niega a sí mismo, las trampas, las dudas.
Lo que dice Fabrice Melquiot de su obra es muy hermoso: interrogatorio al otoño, azafrán de los prados, tu boca en tres inviernos, cénit del lago? cuadros que miran y hacen temblar.
Es que yo, como títulos no sé poner, siempre pongo: pintura.
Deje las palabras a otros y siga pintando, no es menester más. Oiga, he visto a su marido quedarse fascinado ante cuadros suyos que ni conocía, ¿qué supone Fernando en relación a su obra?
A mi obra y a mí: muchísimo. Nosotros nos casamos jovencillos en el 72 y hemos crecido juntos como personas, afectivamente, intelectualmente, con todo lo que eso implica. En Fernando tengo apoyo, equilibrio, calor? Él es muy razonable y muy racionalista. Creo mucho en él y, además, somos complementarios; él me aporta su pragmatismo, sus pies en la tierra, siempre está a mi lado cuando necesito un ancla para no perderme en las nubes, algo a lo que soy muy dada por naturaleza. Que él pueda quedarse fascinado ante un cuadro mío después de más de treinta años juntos es realmente alentador. Y lo bueno es que nuestras trayectorias profesionales nunca se interfieren; a veces pasa tiempo sin ir por el estudio, no sabe qué estoy haciendo, y yo tengo una recompensa fantástica; el ver su mirada limpia, de descubrimiento? Yo ahí me leo, leo mi obra a través de su mirada y eso me sirve mucho, porque respeto y me fío de su criterio estético para saber dónde sí he acertado, dónde no? Es bonito, yo le doy a él una alegría y él me la da a mí.
En nuestra anterior entrevista usted me habló de una infancia feliz, cuatro hermanos, vacaciones en la sierra? ¿recuerda?
Cercedilla, claro. Siendo una niña de Madrid mi conocimiento del campo, o de lo que más se le pudiera parecer, se limitaba al Retiro y el Botánico, porque yo vivía en Atocha. Mis primeras ensoñaciones, a través de las lecturas y los cuentos, fundamentalmente eran en el Botánico. Así que en Cercedilla descubrí lo que eran las vacas, y las boñigas de las vacas, y la planta del cardo, y las moras y el color que te dejan cuando te manchas? ¡y los vilanos! Los vilanos eran fascinantes.
Como una metáfora de la vida, que cada vez que quieres cogerlos se te deshacen en las manos.
¡Sí, exactamente! ¿Y cómo se podría pintar eso, sin hacer realismo? Es como cuanto Antonio López intenta atrapar el tiempo, el devenir, el paso de la vida.
El sol del membrillo.
Y no puedes, es una frustración continua porque el presente al pasar un segundo ya es pasado. Los vilanos me parecían hermosísimos, eso de ni siquiera poder guardarlos en un botecito.
Sabe usted muy bien que la belleza se guarda en el corazón.
Claro. Así que son recuerdos preciosos, las vacaciones en familia, reencontrarnos con otras familias numerosísimas y llenas de niños, la libertad absoluta, eso de que te caes y te destrozas una pierna y no pasa nada porque las heridas dolían mucho menos. ¿Tú te acuerdas de aquellos telefonitos que hacíamos con cajas de cerillas?
Claro, y escuchar a través de la pared arrimando un vaso.
Y trasnochar; y hacer excursiones que, al ser pequeño, te parecen lejísimos; los olores del campo y de los animales; los sonidos, los ecos? todo eso que dentro de una ciudad lo desconoces.
Pero aunque su infancia sea madrileña María Chana es nuestra, ¿cuánto tiempo lleva aquí?
Veintiséis o veintisiete años porque David, mi hijo, tenía tres y va a cumplir treinta. Muchísimo tiempo, a mí me parece que llevo toda la vida en Alicante.
Y sin parar de pintar.
Efectivamente. Todos los días voy al estudio, mañana y tarde; y no me gusta que me interrumpa nadie cuando estoy pintando, eso me suele perturbar bastante.
Usted es de esos artistas que separan totalmente el ámbito de trabajo del familiar, según creo.
Sí, me parece fundamental diferenciar entre la creación y la vida, tener un espacio para cada una de las dos. Vivimos por la zona de El Cabo, y el estudio lo tengo en el barrio antiguo, en la calle Argensola.
Pues mucha tranquilidad no debe disfrutar para pintar, entre grúas y andamios.
Es un poco terrible, verdaderamente. Por el ruido, por el polvo que se mete por todas partes, y más en las casas antiguas como es la de mi estudio, con balcones que no cierran bien y cosas así. No son sólo las grúas, las zanjas y los martillazos sino las canciones de los albañiles, el barullo de la gente que sale de marcha, el ruido de los camiones de botellas? bueno, al final aprendes a abstraerte para poder trabajar, qué vas a hacer.
Ahora que en su obra renace la vegetalidad, ¿qué siente viendo que la ciudad la pierde?
A mí me parece terrible el dibujo, el croquis que se ha hecho de esta ciudad y que se agrava cada día con más y más cemento. Todo son paralelismos, grandes avenidas impersonales, no hay barrios diferenciados? pero eso es lo que diseñan los políticos.
Y los políticos, ya se sabe, no hacen caso ni a su madre.
Ni a su madre. Pero la gente los sigue votando. Mira, yo que todavía compro tabaco, y el pan y así cerca del estudio, oigo a la tendera quejarse todos los días. Pero luego llegan elecciones y en esos barrios sale mayoría de la derecha; oye, si no te gusta lo que hacen, ¿por qué los votáis?
A usted no parece haberle afectado la «travesía del desierto» a que han condenado a otros artistas «rojos» como Arcadi Blasco, ¿cómo ha logrado salvarse?
No lo sé; yo creo que los cambios políticos no me afectan tanto como a un escultor al que se le encarga obra pública por parte de las instituciones; las galerías y el público se mueven con más libertad. En cualquier caso todo el mundo sabe que yo soy una mujer de izquierdas; aunque yo creo que las izquierdas y las derechas en cierto modo han cambiado. Bueno, las derechas menos. Pero las izquierdas, una gran parte de ellas, se han contaminado mucho para ganarse a la gente.
Y un voto no vale una idea.
Yo entiendo que no se puede cambiar tanto. Y volviendo a lo que hablábamos de las zonas verdes, que deberían ser pequeñas islas de sosiego y lugares de encuentro, no hay más que una triste realidad: eso desaparece.
Nunca lloraremos bastante el Paseíto de Ramiro.
¡Nunca!. Lo seguiremos llorando con el muro del Raval y con todo lo demás que destruyan. Esta ciudad ha tenido varias oportunidades de enderezar eso y no se ha hecho: la están desgarrando. La están sacrificando por pura y dura especulación, no es verdad que la población crezca tanto, no hace falta construir tanto.
Y de las líneas culturales que se siguen, ¿qué opina? ¿Le gusta el Castillo de Santa Bárbara cuajadito de estatuas, por ejemplo?
Tú sabes muy bien lo que opino. Y yo tampoco subo al castillo, por no ver esas agresiones. Pero no puedo dejar de pasar por la Puerta del Mar, y cuando veo a los soldaditos me da un vuelco el estómago. No por lo que representan (que también, porque no es el lugar idóneo) sino por la nula calidad del monumento. Está claro que eso sólo le puede gustar al señor Trillo.