DATOS DEL EVENTO

  • EMPIEZA
    17-05-2007
  • TERMINA
    01-01-1970

SINOPSIS

Buenos Aires, 1912. Una serie de brutales asesinatos a menores se propaga por la ciudad.

Mateo (Juan Ciancio), un niño de 10 años, esconde un secreto: a veces su mente le conduce a un oscuro lugar de la memoria donde es testigo de los asesinatos.

Al descubrirse su secreto. ;Mateo se convierte en el principal sospechoso.

Estela, su madre (Maribel Verdú), con el apoyo del forense de la policía, el Dr. Soria (Chete Lera), tratan de encontrar una explicación racional a las visiones y así minar el escepticismo del Comisario Petrie (Daniel Freire).

Pero los asesinatos siguen ocurriendo….Y el caos termina por adueñarse de la situación.

CINE – CRÍTICA
ANTONIO DOPAZO

Es tan correcto como frío y de ahí que no llegue a erigirse en esa crónica de sucesos terribles que pretendía. Este debut en la pantalla grande del realizador español Jorge Algora dice cosas a su favor en el plano del rigor y de la precisión en su trabajo, aunque denota una cierta incapacidad dramática para que el conjunto sea todo
lo homogéneo que debiera. Rodada enteramente en tierras argentinas, ambientación y vestuario son espléndidos.
Inspirándose en un caso real acaecido en la Argentina de primeros del siglo XX, el de una serie de terribles asesinatos de niños cometidos por un adolescente, Algora ha puesto un celo notorio en reconstruir el Buenos Aires de 1912, escenario de la actuación del asesino, y ha tratado de ahondar en los aspectos fundamentales de la historia. En ese sentido el planteamiento es más que loable. Lo que ocurre es que los personajes carecen a veces de la dimensión humana necesaria y de ahí que no llegue a involucrar al espectador en lo que está viendo, al menos con la intensidad que sería de desear.

CARTA DEL DIRECTOR

Lo primero que me interesó de “El niño de barro”, fue el personaje en el que se inspira el guión: Cayetano Santos Rodino, “El Petiso Orejudo”. Un demente que comenzó sus ataques a los diez años, mató por simple placer a cinco niños y lo intentó con otros siete. Fue detenido a los dieciséis y la historia lo ha convertido en leyenda.

Apoyándome en la idea de que los agresores se apoderan de la vida de sus víctimas, el protagonista de mi película no es Cayetano, sino “El niño de barro”, uno de los menores a los que torturó y que, por su naturaleza especial, quedó “conectado” con él.

Este planteamiento me permite crear un espacio, “las pesadillas”, que utilizo para no tener que mostrar las escenas más duras de agresión a los menores… Los sonidos nos hacen imaginar el resto.

Los habitantes de “El niño de barro” están indefensos ante la desigualdad y la injusticia. En su mundo es creíble la aparición de monstruos que actúan a sus anchas con total impunidad. Ninguna luz señala el final del túnel.

He buscado la tensión, la angustia y la sorpresa. Sumergir al espectador en una atmósfera desasosegante, en la que se recorten los empeños inútiles de los protagonistas y la impotencia adquiera el más elocuente de los significados.

Mi preocupación por los niños víctimas, torturados, utilizados sexualmente… los convierte en el motivo principal de la película.

Cuento algo que ocurrió en Buenos Aires en 1912 pero las noticias, que hoy llenan las páginas de los diarios, en cualquier lugar del mundo, nos demuestran que los motivos para las pesadillas, siguen estando ahí.

EL DIRECTOR

Jorge Algora realiza su primera pieza audiovisual en 1984 y hasta hoy ha trabajado ininterrumpidamente en la dirección y realización de programas de televisión, documentales y mucha publicidad. Aunque nace y comienza a desarrollar su actividad en Madrid, se traslada afectiva y laboralmente a Galicia en 1986, donde realiza la mayoría de su producción.

En los últimos años ha dirigido los documentales “Emigrantes en tierra de emigrantes”, “Tierra de náufragos”, “Camino de Santiago, el Origen” y la serie documental de 104 capítulos “Galicia Visual”.

En 2005 estrenó su primer largometraje para televisión “Mintiendo a la vida” (Televisión de Galicia, Televisión de Cataluña y Televisión Valenciana).

En 2007, estrenará su primer largometraje de ficción “El niño de barro”, film rodado íntegramente en Argentina.

Es socio de la empresa Adivina Producciones, miembro del comité estratégico del Cluster Audiovisual de Galicia, pertenece a la Asociación de Directores y Realizadores de Galicia (CREA) y es socio fundador de la Academia Gallega del Audiovisual.

LOS ACTORES

MARIBEL VERDÚ. Su primera oportunidad le vino de la mano de Vicente Aranda cuando Maribel contaba tan sólo con 11 años. Después de esta experiencia decide dedicarse de pleno a lo que mas le gusta: el cine.

Años después encarnaría a una drogadicta en “27 horas” de Montxo Armendáriz, papel gracias al cual comenzaría a hacerse notar. Sin embargo es “Amantes”, de su descubridor Vicente Aranda, el film que marcará un antes y un después en su carrera.

Ha estado 4 veces nominada a los Goya por su calidad interpretativa y ha aparecido en más de 60 largometrajes entre los que destaca la oscarizada “Belle Epoque” donde compartió experiencias con una jovencísima Penélope Cruz.

Es una de las actrices más consolidadas del panorama español y ha compartido protagonismo con actores de la talla de Javier Bardem en “Huevos de Oro” o Gael García Bernal en “Y tu mamá también”.
Este año puede presumir de haber formado parte del elenco de la galardonada “El Laberinto del Fauno” bajo la dirección del aclamado Guillermo del Toro.

DANIEL FREIRE. Lo hemos visto en el cine en películas como Lucía y el sexo de Julio Medem, El refugio del mal de Félix Cábez o Impulsos de Miguel Alcantud. 26 años sobre los escenarios avalan la carrera de este actor. Con su última obra BENT, dirigida por Gina Piccirilli, obtuvo el premio al mejor actor protagonista de teatro 2006 otorgado por la Unión de Actores. Con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los actores televisivos del momento. Lo recordamos en Motivos Personales, Ana y los 7 y la recién estrenada serie MIR.

CHETE LERA. En los últimos tiempos, el nombre de este actor gallego ha ido unido a muchos de los grandes éxitos del cine español. Es uno de los actores con más presencia de nuestro panorama y puede alardear de haber trabajado a las órdenes de reputados directores como Julio Medem (“La ardilla roja”), Montxo Armendáriz (“Secretos del corazón”), Fernando León de Aranoa (primero con “Familia” y poco después con “Barrio”) , Icíar Bollaín (“Flores de otro mundo”), Raúl Veiga (“Arde amor”), Xavier Villaverde (“Finisterre”), Rodrigo Cortés (“Concursante”), Alejandro Amenábar (“Abre los ojos”) o Icíar Bollaín (“Flores de otro mundo”).
Su trabajo también es prolífico en teatro, en donde le hemos visto participar en más de una treintena de espectáculos.

JUAN CIANCIO. “El niño de barro” es la presentación de este pequeño gran actor de 11 años, que con sólo una mirada es capaz de subyugar al espectador. Juan Ciancio ha sido elegido entre más de 600 niños y es el protagonista del cortometraje “La familia de Roque”.

INSPIRADA EN HECHOS REALES…

EL PETISO OREJUDO: primer asesino serial argentino

Comenzó a matar siendo un adolescente. Sus víctimas eran niños indefensos. El de Cayetano Santos Godino es uno de los casos más escalofriantes de los que se registran en las crónicas policiales.

Un día de 1906, el empleado municipal Fiore Godino entró en la comisaría décima, en la calle Urquiza 550, y a gritos clamó ayuda para controlar a su propio hijo, Cayetano Santos Godino, de sólo 9 años:

–¡Señor comisario, yo no puedo con él! Es imposible dominarlo. Rompe a pedradas los vidrios de los vecinos, les pega a los chicos del barrio… Y si lo encierro en casa es peor. Se pone como loco. El otro día encontré una caja de zapatos. Había matado a los canarios del patio, les había arrancado los ojos y las plumas y me los dejó en la caja, al lado de mi cama…

El comisario fue a buscar a Cayetano al conventillo de la calle 24 de Noviembre 623, donde vivían entonces los Godino, y se lo envió al juez. Tras una reprimenda, fue devuelto a sus padres. Como no mejoraba, en 1908 lo encerraron en un reformatorio de Marcos Paz. Pasó allí tres años, pero no sirvió de nada.

Cayetano Santos Godino comenzó a matar y a quemar en una escalada criminal como la ciudad jamás había visto. Cayetano Santos Godino, quedó en la historia criminal argentina –y en la mitología negra de Buenos Aires– como “El Petiso Orejudo”.

Fiore Godino y Lucía Ruffo, dos campesinos sardos, habían llegado en 1884 a Buenos Aires. Eran analfabetos y huían de la pobreza, pero también de una tragedia personal: el hijo primogénito, también Cayetano, había muerto de una afección cardíaca a los diez meses de edad. Después, los Godino tuvieron una hija, Josefa, con la que emprendieron la travesía, y en Buenos Aires les nacieron nueve hijos más. Al último, que vio la luz en 1896 en el conventillo de Deán Funes 1158, lo bautizaron Cayetano, como al muertito.

La vida de los Godino no fue fácil; no sólo porque Ámérica ya estaba hecha, sino por las desventuras de Fiore. El padre de Cayetano era sifilítico y alcohólico, aunque se las arreglaba para ir tirando, hasta que finalmente consiguió un trabajo de farolero (encendía el fuego en los faroles del alumbrado). Cayetano era un chico frágil: enfermó de enteritis a los pocos años y creció raquítico. Peor les fue a algunos de sus hermanos, como Antonio, que era epiléptico. Cuando Fiore llegaba a casa –las dos piezas del conventillo donde la familia habitaba– le propinaba feroces palizas a Lucía y a sus hijos. Cayetano fue a varias escuelas, pero duraba poco: lo expulsaron seis veces y nadie le enseñó a leer. Cuando fue revisado por los médicos, éstos contaron 27 cicatrices en la cabeza provocadas por las palizas del padre y de su hermano Antonio.

A los siete años, Cayetano era tan bajo y menudo que parecía de cuatro. Lo llamaban “El Oreja” o “El Petiso Orejudo” porque sus apéndices auditivos eran grandes y apantallados. A los 8 cometió su primera fechoría. Tomó de la mano a un niño de 21 meses y lo llevó a un baldío donde comenzó a pegarle en la cabeza con una piedra. Al pequeño Miguel de Paoli lo salvó el vigilante de la esquina, que llevó al agresor a la comisaría. El padre tuvo que ir a buscarlo y todo quedó como una pelea de chicos. ¿Quién podía pensar que con ese incidente comenzaba su carrera el mayor asesino serial y pirómano nunca conocido en el sur de América?

No se sabe qué sucedió durante los tres años que Cayetano pasó en la colonia penal de Marcos Paz, salvo que varias veces intentó fugarse. Pero a fines de 1911 mandaron a Cayetano a casa para que pasara la Navidad en familia.

LA NIÑA EN LLAMAS

Al año siguiente, 1912, iba a ser un año lleno de acontecimientos, en la Argentina y en el mundo. Se hundió el Titanic en el Atlántico norte y en algunos cabarets de Buenos Aires comenzó a actuar un dúo de tangueros: el cantor Carlos Gardel y su guitarrista José Razzano. Pero para muchos porteños aquel 1912 quedó en la memoria como un año atroz, porque fue cuando un fantasma recorrió Buenos Aires dejando una huella de sangre…

El 25 de enero de 1912 se encontró, en una casa vacía de Pavón 1541, el cadáver de Arturo Laurora, de 13 años, golpeado y estrangulado.

A las seis de la tarde del 7 de marzo de 1912, una niña de 5 años llamada Reina Bonita Vainicoff, hija de inmigrantes judíos que vivían en la avenida Entre Ríos 522, miraba la vidriera de una zapatería. De pronto, sin que nadie atinara a darse cuenta cómo, el vestido blanco de Reina Bonita, lleno de volados y puntillas, comenzó a arder. Alguien le había tirado un fósforo. A pesar de los gritos desgarradores de la niña en llamas, y de que un policía se tiró sobre ella para apagar el fuego con el cuerpo, no pudo ser salvada. Reina Bonita, con quemaduras múltiples, murió 16 días más tarde. La tragedia se ensañó con la familia Vainicoff: el abuelo, al ver que su nieta ardía, cruzó la avenida Entre Ríos sin mirar y lo mató un auto.

Pero todo se iba a precipitar el día de la tragedia, el martes 3 de diciembre de 1912.

UN CHICO LLAMADO JESUALDO

Pocos lugares habría más tranquilos que aquella cuadra de la calle Progreso (hoy Pedro Echagüe) entre Jujuy y Catamarca. Esa mañana, la señora María Giordano abrió la puerta de la calle y miró al cielo. Estaba nublado y bochornoso, pero no parecía que fuera a llover. Dirigiéndose a su hijo Jesualdo, un gordito de tres años y medio que llevaba una pelota colorada bajo el brazo, le recomendó:

– Quédate jugando en la vereda, Jesualdito, pero no crucés.

Fue lo último que le dijo. Cuando volvió a verlo, su hijo estaba muerto. La tarde del 3 de diciembre, Jesualdo fue encontrado en un basural conocido como la quinta Moreno, donde funcionaba antes el horno de ladrillos de la fábrica La Americana. Lo habían estrangulado con trece vueltas de un piolín que se le hundió en el cuello. Como no terminaba de morir, el homicida le perforó la sien derecha con un clavo de cuatro pulgadas, al que golpeó con una piedra hasta que la punta salió por el otro parietal. Luego tapó el cuerpito con chapas de zinc y se fue tranquilamente a su casa.

El horroroso crimen de Jesualdo Giordano hizo explotar a la ciudad. El conventillo de Progreso 2585, en el que vivían los Giordano, se colmó de vecinos indignados. Según la crónica del diario La Prensa, la policía sabía perfectamente quién era el asesino: sospechaban hacía tiempo de Godino, aunque no tenían pruebas. Quizá no se animaban a proclamar que un niño fuese el culpable de esos crímenes que la opinión pública adjudicaba a siniestras organizaciones criminales como la Mano Negra, dedicadas a secuestrar chicos.

“El Oreja”, con inconsciencia, parecía provocar al mundo. Durante la reconstrucción del crimen de Jesualdo, Godino fue visto entre el gentío que llenaba la quinta Moreno. También fue al velorio, y hasta algunos dijeron que se mostró compungido al acercarse al féretro blanco y tocar la cabecita con mano trémula. Se sabe que compró un ejemplar del diario y se hizo leer la crónica de los hechos (era analfabeto). Luego recortó la noticia y se la guardó.

Los vecinos que declararon ante la policía coincidieron: poco antes del hecho, habían visto pasar al pequeño Jesualdo de la mano con Godino. “El Oreja” fue detenido la noche del 5 de diciembre. Los diarios revelaron los detalles de la confesión del “Petiso”, que habló durante varias horas.

LOS GATITOS MUERTOS

En 1933, José María Soiza Reilly, periodista y escritor muy popular, entrevistó a Cayetano Santos Godino en la celda que ocupaba, la número 90. Por esa entrevista, publicada en la revista Caras y Caretas, el público se enteró de que Godino había matado a dos gatitos que eran las mascotas de los presos, y que por ello le habían propinado una feroz paliza. También contaba que en una de las primeras operaciones de cirugía estética que se habían hecho en el país le habían achatado las orejas, esas orejas aladas que según algunos eran la causa de su maldad. La operación fue auspiciada por el gobierno, que envió un equipo médico y un fotógrafo a Ushuaia.

Cayetano Santos Godino nunca recuperó su libertad. Según el certificado de defunción, “El Petiso Orejudo” falleció el 15 de noviembre de 1944 por una hemorragia interna causada por gastritis avanzada. ¿Murió de una paliza que le propinaron los presos? Cuenta la leyenda que, cuando el penal fue clausurado, en 1947, los huesos de nuestro primer asesino serial no pudieron ser hallados en el camposanto del lugar. En cambio, la esposa del último director tenía un pisapapeles con el fémur de Cayetano Santos Godino.

Datos informativos

Fecha inicio : 17-05-2007
Colabora : Distribuidora Filmax y empresa exhibidora Vicente Espadas, S.A.

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