DATOS DEL EVENTO

  • EMPIEZA
    29-11-2007
  • TERMINA
    01-01-1970

INTERVIENE:
ALFONSO GUERRA
. Presidente de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados

Al finalizar el acto se entregará una placa de cerámica del escultor Arcadio Blasco a los nuevos donantes de fondos documentales al Archivo de la Democracia de 2007

ALFONSO GUERRA

Nació en Sevilla en 1940. Fue dirigente del PSOE en la clandestinidad. En 1970 fue elegido miembro de la comisió ejecutiva del partido, cargo para el que fue reelegido en 1974, 1976 y 1979. Como vicesecretario general del PSOE fue reelegido en el XXXII Congreso (1990) y en el XXXIII (1994). Cesó como vicesecretario general y miembro de la Ejecutiva Federal en el XXXIV Congreso del PSOE de 1997. En ese mismo año publicó “La Democracia herida”.

Obtuvo el acta de diputado del PSOE por Sevilla desde las elecciones generales del 15 de junio de 1977, siendo en la actualidad el diputado más veterano en el Congreso, al permanecer en el mismo todo el periodo democrático. Después de la victoria del PSOE el 28 de octubre de 1982 fue nombrado vicepresidente del Gobierno presidido por Felipe González, cargo del que dimitió en enero de 1991.

Preside la Fundación Pablo Iglesias.

GUERRA: «SI NO HAY CONSENSO PARA CAMBIAR LA CONSTITUCIÓN, MEJOR NO TOCARLA»
JORGE FAURÓ

El presidente de la Comisión Constitucional del Congreso de los Diputados, Alfonso Guerra, admitió durante una conferencia en el Club INFORMACION que «hoy sería imposible elaborar por consenso una Constitución» como la de 1978. Con motivo de la clausura de la exposición sobre las Constituciones Españolas que organiza la Universidad de Alicante y acoge el Club, Guerra definió la Carta Magna como el «armisticio» entre los españoles, «el final de la Guerra Civil».
Las más de 240 personas que abarrotaban el salón de actos del periódico –además de otras 150 que tuvieron que seguir la intervención fuera del recinto–aplaudieron las reflexiones que el diputado socialista y ex vicepresidente del Gobierno fue desgranando a lo largo de su conferencia, en la que hizo un prolijo repaso a la historia constitucional española.
Especialmente centrado en los prolegómenos de la Constitución del 78, Alfonso Guerra lamentó que el escenario político actual imposibilite un acuerdo «social» idéntico al que permitió aprobar el documento que hoy articula toda la legislación del Estado. «Consenso es la palabra que mejor define la Constitución del 78. Hoy sería imposible elaborar una Constitución por consenso», aseveró.
El veterano dirigente del PSOE adujo que para lograr un acuerdo del calibre del que se adoptó en la Transición son necesarias «transacciones; las renuncias son básicas. Un consenso no es más que un conjunto de renuncias. Una Constitución, o tiene el pacto social detrás apoyándola o no es una Constitución. La de 1978 no
dejó satisfecho a nadie, pero esa es su mayor virtud».
Combinando el tono académico («temo decepcionarles, quizá esperaban otro tipo de cosas», avisó al inicio) con anécdotas y reflexiones sobre el pasado y la actualidad política, Guerra recordó que los «lodos» del pacto constitucional logrado por UCD, PSOE, PCE, AP y los nacionalistas vascos y catalanes «fueron removidos» a partir de 1995, con la victoria del Partido Popular y el
primer gobierno de Aznar, a los que no citó expresamente, salvo en las ocasiones en que aludió a «la derecha».
En ese sentido, se refirió a lo que los populares bautizaron hace 12 años como «la segunda transición», un proceso histórico cuya filosofía «no encaja en el espíritu constitucional». «Había que ver dos cuestiones: a dónde se dirigía esa segunda transición y advertir que no estuvieron en la primera, y si estuvieron, no estaban a favor [de la Constitución]».
Continuó con esta idea cuando afirmó que «todo lo que había resuelto la Carta Magna de 1978 ha sido puesto en crisis por una nueva generación [de políticos] que no sienten la misma presión que nosotros en 1977 y que se sienten liberados del dolor de la Guerra Civil». Por consiguiente, concluyó el argumento, «si para modificar la Constitución no existe el consenso, yo prefiero no tocarla. La reforma de la Constitución exige acuerdo. No es ético que quienes quieren tener el monopolio de la Constitución, no la defendieran en 1978», subrayó en alusión a algunos dirigentes populares y nacionalistas.

Demonización
Precisamente, la pluralidad que hoy reflejan las autonomías era una de las cuestiones que debieron abordar los constitucionalistas tras la muerte de Franco, junto con el tradicional enfrentamiento «militar» entre los gobiernos que se fueron sucediendo en el poder en los dos últimos siglos, el debate entre monarquía y república y las relaciones Iglesia-Estado. Guerra recalcó que las competencias de las comunidades autónomas son hoy mayores que las de muchos estados federales modernos, y que la «demonización» que se hizo de los nacionalismos a partir, precisamente, del acceso de los populares al Gobierno puso a la defensiva a catalanes y vascos con la reivindicación de un nuevo marco político para sus territorios.
Para explicar esta circunstancia, tan debatida al día de hoy, Alfonso Guerra se remontó al final de la Inquisición, en las postrimerías del siglo XIX, y a la pérdida de las últimas colonias españolas en 1928. Las burguesías catalana y vasca, dijo, aprovecharon entonces la debilidad del Estado para reclamar un régimen distinto al marcado por el Gobierno central. Recordó entonces al historiador romano Pompeyo Trogo, que observó que cuando los españoles carecen de problemas fuera, se los crean dentro. Directo a la yugular de algunos dirigentes regionalistas, que «viven de crear problemas donde no los hay en lugar de resolvérselos al ciudadano», Guerra admitió su escasa simpatía por los nacionalismos, aunque defendió su derecho a la reivindicación. «Yo daría la mitad de mi vida para que los nacionalistas defiendan sus ideas; la otra mitad la necesito para evitar que triunfe lo que defienden», apostilló.
Guerra advirtió de que 29 años después de aprobarse el texto constitucional, «algunos plantean de nuevo una encrucijada». Dijo que toda Constitución es reformable y que él mismo estaría dispuesto a cambiar algunos artículos porque «es legítimo pensar así». Ahora bien, avisó: «La reforma de la Constitución exige acuerdo. Mi esperanza está más puesta en el sentido común de los españoles que en las élites políticas. Prefiero no tocar el texto constitucional a modificar el consenso» que se alcanzó el 8 de diciembre de 1978.

¡ALFONSO, QUÉ ARTE!
PERE ROSTOLL

«¡Muy bien Alfonso. Qué arte tiene mi niño!», exclamó un entusiasmado simpatizante socialista que esperaba en las escaleras del escenario que Alfonso Guerra acabara su conferencia para saludarle. Y lo hizo. Subió para abrazarse a Guerra y hacerse una foto que inmortalizara un acto que, en plena crisis del PSPV, por un instante, permitió a los socialistas autóctonos hacerse un «lifting» para recordar los momentos de la transición democrática y de la elaboración de la Constitución de la mano, descontando a Felipe González, de uno de los grandes tótems del puño y la rosa durante las últimas tres décadas.
La conferencia de Alfonso, como sus compañeros de partido le conocen, no sólo demostró el carisma y la capacidad de convocatoria que el ex vicepresidente del Gobierno aún conleras–sino que, además, sirvió para concitar a algunos de los cargos y dirigentes «históricos» del socialismo alicantino de los últimos treinta años. Entre el público, el ex presidente de las Cortes, Antonio García Miralles; los ex diputados Jaume Castells, Asunción Cruañesy Josep Bevià, en la mesa presidencial junto al rector Jiménez Raneda; o ex alcaldes con años de servicio como Francisco Seva o el senador Juan Pascual Azorín.
presidente de la Diputación y ahora de la Cámara de Comercio, Antonio Fernández Valenzuela, que cambió, en esta ocasión, la fotografía de Guerra que preside su despacho empresarial por la imagen original. Valenzuela, en primera fila, además, reaparecía en un acto copado por socialistas tras sus críticas contra Camps en la Noche de la Economía Alicantina. Junto a todos ellos, dirigentes actuales del partido como la subdelegada del Gobierno, Encarna Llinares; los portavoces en la Diputación, el Ayuntamiento de Alicante y las Cortes, Roque Moreno, Etelvina Andreu y Ángel Luna; Antonio Mira-Perceval, Síndic de Comptes; y un sinfín de diputados en Madrid –Carlos Gonzálezy Agustín Jiménez–, Valencia –Diego Maciá, Manuel Bueno, Elvira Jiménez…–; alcaldes como Edmundo Seva, de Sant Joan, Asunno Beltráde Novelda; amén de un rosario de ediles de toda la provincia.
Aunque nada más arrancar, dejó claro ante el «afectuoso recibimiento», como él mismo lo definió, que esperaba no «decepcionar» al tratarse de un acto «académico», el ex número dos del PSOE, genio y figura, no dejó indiferente a nadie. Alfonso Guerra, que acabó el acto entre fotos y saludos a todo el mundo incluido el ex diputado de UCD Joaquín Galant, tuvo momentos para ironizar con el pedigrí democrático de Manuel Fraga, desvelar sus noches de insomnio y negociación del texto constitucional con Fernando Abril Martorell, criticar al PP por una segunda transición que lleva de la democracia a «no se sabe dónde», levantar aplausos reivindicando la utopía y sacar risas cuando un teléfono móvil, en plena intervención, sonó repetidamente y él dijo: «Cógelo, que es para mí».

DISTINCIONES A LOS «IMPULSADORES DEL ARCHIVO DE LA DEMOCRACIA
La ponencia de Alfonso Guerra se convirtió ayer en antesala de la entrega de distinciones que de manera anual realiza el Archivo de la Democracia para reconocer a sus colaboradores. Un acto que galardonó las aportaciones, entre otros, del PSPV o del sindicato UGT. El acto sirvió además para clausurar la exposición «Constituciones españolas, 1812-1978». Una muestra que
visitó Alfonso Guerra, prestando especial atención a una fotografía de su partido el día de la aprobación de la Constitución.

Datos informativos

Fecha inicio : 29-11-2007
Organiza : Vicerrectorado de Extensión Universitaria de la Universidad de Alicante, Archivo de la DEMOCRACIA y Diario INFORMACION

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