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«PSICOLOGÍA PARA DESPUÉS DE UNA CRISIS». Cómo superar el estrés en situaciones críticas

By 20 noviembre, 2002 No Comments

DATOS DEL EVENTO

  • EMPIEZA
    20-11-2002
  • TERMINA
    01-01-1970

Presentación libro

Entrada libre

ORGANIZA: Editorial AGUILAR

INTERVIENE:

MANUEL TRUJILLO. Profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York y director del Servicio de Psiquiatría del legendario Hospital Bellevue

PRESENTA:

PEDRO ANTÓN FRUCTUOSO. Director de la Clínica Mediterráneo de Neurociencias

«PSICOLOGÍA PARA DESPUÉS DE UNA CRISIS»

Cómo superar el estrés en situaciones críticas

Este libro nació en el mismo instante en que se produjeron los atentados en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. El increíble e inesperado ataque terrorista de dos aviones contra las Torres Gemelas dejó un saldo de tres mil muertos, una parte de la ciudad arrasada, sus habitantes desolados y un incalculable número de personas con graves secuelas psicológicas. De estas últimas se ocupa ahora esta obra editada por Aguilar y escrita por Manuel Trujillo, profesor de Psiquiatría de la Facultad de medicina de la Universidad de Nueva York y director del Servicio de Psiquiatría del legendario Hospital Bellevue.

Psicología para después de una crisis ha sido escrita para contar lo que hubo y hay aún hoy detrás de la mayor tragedia ocurrida en un país occidental en los últimos tiempos; se detiene en el sufrimiento psicológico que afectó y afecta a miles de personas y describe los tratamientos y métodos seguidos, no solo para atender a las víctimas en los primeros momentos de la catástrofe, como ya han hecho también otras publicaciones al calor de la celebración hace unas semanas del primer aniversario, sino para ayudar a muchas de ellas a recuperarse lo mejor y antes posible. Las huellas de aquél día perdurarán en Nueva York y sus pobladores durante mucho tiempo. Para unos más que para otros. «Colectivamente, el 11 de septiembre de 2002 probablemente señalará el fin de la etapa pública de duelo y lanzará la imaginación de los neoyorquinos hacia los nuevos proyectos para la reconstrucción de la zona. Para las víctimas supervivientes y los familiares de los que perdieron sus vidas, sus viviendas, sus trabajos o resultaron de otra forma gravemente afectados, el duelo, ahora privado, continuará más tiempo». A muchos, quizás a un tercio de ellos, la presencia de los diversos síntomas del trastorno de estrés postraumático les hará difícil olvidar tal fecha y relegarla al pasado: «Para ellos se hará necesaria la prestación de asistencia psicológica y psiquiátrica. Afortunadamente tal asistencia se ha hecho posible gracias al crecimiento de nuestros conocimientos sobre el trastorno de estrés postraumático y sobre su tratamiento efectivo».

A través de un prólogo, la introducción titulada La era de la vulnerabilidad y cuatro bloques temáticos (Terror y la gran ciudad; El estrés postraumático y su resolución; Estrés postraumático y política, y Catástrofes de la modernidad) se repasa no sólo lo sucedido aquel fatídico día de septiembre en Estados Unidos sino también aquellos males que afectan recurrentemente a las sociedades modernas: el terrorismo, las torturas, la violencia doméstica, el maltrato infantil. Una decena de capítulos desarrollados en unas trescientas páginas sirve de soporte a la exposición de las distintas posibilidades de tratamientos terapéuticos y medidas sociopolíticas para vencer sus efectos. Un epílogo, bibliografía y un conjunto de direcciones de Internet, relacionadas con cada uno de los capítulos o temas tratados, completan esta obra.

Cree Trujillo que, por culpa de lo sucedido hace poco más de un año en Estados Unidos, quizá «la primera década del siglo XXI asuma el nombre de la era de la vulnerabilidad». Porque los sucesos del 11-S han provocado, sobre todo, en el mundo Occidental un estado psicológico nuevo: «El sentimiento de vulnerabilidad provocado por las acciones terroristas ha tenido consecuencias más allá de los cambios geopolíticos, afectando no sólo a las víctimas directas y a sus familias y allegados más cercanos; su onda expansiva ha inundado de inseguridad y angustia a amplias capas de la población general dentro y fuera de los Estados Unidos».

Es responsabilidad de los distintos servicios estatales de salud el dar respuesta a las necesidades creadas por la nueva situación. Y así como gracias al sufrimiento de los soldados estadounidenses veteranos de la guerra del Vietnam se logró, en la década de los ochenta, establecer criterios fiables y universalizados para el diagnóstico del trastorno del estrés postraumático, «la terrible tragedia de las víctimas del ataque terrorista a las Torres Gemelas está ya generando abundantes lecciones respecto a las intervenciones psicológicas óptimas tras situaciones de trauma colectivo», escribe Trujillo. El autor reconoce, además, que los psiquiatras y psicólogos que, como él, atienden a las múltiples y diversas víctimas en Nueva York han aprendido la importancia de las intervenciones educativas precoces a todas las poblaciones de riesgo: heridos, familiares de las víctimas, personas desplazadas o que sufrieron otras pérdidas, equipos de rescate, personal médico».

Y no sólo eso: «Hemos aprendido también a extender esta tarea educativa a través de los medios de comunicación y de múltiples agentes sociales». De este aprendizaje y de la utilidad probada resultante al mejorar los canales de comunicación en cualquier tipo de catástrofe o situación potencialmente productora de estrés postraumático surge, como ejemplo, este mismo libro. Una obra que expone, analiza y ofrece soluciones concretas a la hora de enfrentarse a catástrofes como las recientemente vividas. «La tragedia colectiva nos ha forzado a cambiar nuestro modelo clínico habitual, centrado en el hospital y nuestras consultas, para acercarnos a las víctimas allí donde éstas se concentran, sea en sus lugares de trabajo para los equipos de rescate o trabajadores de la morgue, sea donde los familiares reciben otras prestaciones sociales», afirma Trujillo.

Desea el autor y, dada su experiencia, considera muy probable que «a medida que se vayan difundiendo las lecciones aprendidas en la prestación de asistencia psicológica a las víctimas del 11 de septiembre, éstas se codifiquen en protocolos que universalicen la atención rápida, extensa y eficaz a aquellas poblaciones que sufren situaciones profundamente traumáticas». A mostrar lo sucedido aquel 11 de septiembre por la mañana en Nueva York y las consiguientes respuestas de movilización masivas (La ciudad de Nueva York, capítulo 1), su repercusión mundial (La respuesta global, cap. 2), lo hecho y lo aprendido sobre estrés postraumático durante su experiencia directa en EE UU, dedica el autor los primeros cuatro capítulos de esta obra. Y ya que la utilidad de lo experimentado es importante para todos, pero especialmente para los más vulnerables, los niños, a ellos dedica un capítulo completo (el 5, Trauma e infancia). El sexto estudia a uno de los grupos más dañados en el atentado terrorista del World Trade Center, el cuerpo de bomberos.

Psicología para después de una crisis plantea a lo largo de sus páginas y siempre desde el punto de vista del experto, la importancia del trauma como factor etiológico del sufrimiento psiquiátrico y lo importante que es prevenir sus causas (abuso de género, violencia, maltratos), conseguir una detección precoz y una atención efectiva a las víctimas, permitir los necesarios procesos de duelo y desarrollar técnicas sencillas y efectivas de autoayuda («instrumentos claves en la promoción de la salud mental en toda sociedad moderna»). A algunas de las causas y a las tragedias de hoy en sociedades avanzadas dedica este libro varios bloques completos: Estrés postraumático y política, por un lado; Catástrofes de la modernidad, por otro.

El primer bloque se ocupa en dos capítulos (7 y 8) de los efectos del terrorismo -en el que habla profusamente y con atención de las víctimas de los atentados de ETA, de sus necesidades, de la importancia del apoyo social y el reconocimiento público de su situación y las distintas medidas terapéuticas a utilizar- y de las torturas, con la descripción de distintos casos, las secuelas, y ejemplos de víctimas del Holocausto nazi y, más recientemente, de la guerra en Sierra Leona. El segundo bloque se detiene en dos tragedias cotidianas: la violencia doméstica (capítulo 9) y el maltrato infantil (el cap. 10). Ambos, auténticos dramas personales y sociales, que se alimentan de tabúes, de trampas sociales de las que resulta imposible salir incluso con vida: «El año 2001 se saldó con más de 70 muertes y con casi 24.000 denuncias. Puesto que sólo se denuncian entre un 5 y un 10 por ciento de las agresiones ha de pensarse que el número real alcanza cifras probablemente superiores a las 200.000». Manuel Trujillo dedica la última parte de su libro a mostrar lo imprescindible de algunas medidas políticas y sociales, la apertura de canales que permitan la denuncia, la mejora del apoyo social, la protección de la víctima, la eliminación de su indefensión. Y sobre todo lo importante que resulta cualquier medida dirigida a romper la indiferencia social y los abundantes mitos sobre la violencia en el hogar («sólo es cosa de pobre», «no se dan tantos casos»; «los hombres son así, qué le vamos a hacer, no pueden controlar su temperamento», «el alcohol es el culpable», «a las mujeres les gusta ser dominadas, algo habrá hecho la víctima?»). Las desastrosas (y caras) consecuencias del maltrato doméstico para la salud mental y el progreso de una sociedad son incalculables.

En definitiva, este libro habla de devastación, de los efectos del estrés postraumático, un mal que sufren muchas víctimas de catástrofes ya sean inducidas por la naturaleza o por el hombre, ya sean colectivas o individuales. Pero se expresa desde el optimismo de sus dos objetivos: estimular al lector en general a sumarse a la apasionante tarea de ayudar a construir una sociedad más comprometida y solidaria, y recordar a las víctimas de situaciones traumáticas que «tanto los avances de ciencia como la solidaridad de los demás, hacen hoy más posible que nunca su deseada recuperación».

BIOGRAFÍA

El doctor Manuel Trujillo nació en Zaragoza y creció en Sevilla, en cuya Facultad de Medicina cursó estudios. Desde 1970 reside en Nueva York donde, en la actualidad, es profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York y director del Servicio de Psiquiatría del legendario Hospital Bellevue. Este centro desempeña un papel clave en el Sistema Público de Salud y Salud Mental de Nueva York y, como tal, tuvo la oportunidad de liderar muchas de las intervenciones médicas y psiquiátricas que se hicieron necesarias tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, y que aún continúan para muchos de los afectados.

El Dr. Trujillo es autor de numerosas publicaciones en diversas áreas de salud mental, psiquiatría clínica y psicoterapia. Es miembro de la Academia de Medicina de Nueva York y miembro honorario de la Sociedad Española de Psiquiatría.

UN EXPERTO ABORDA EN EL CLUB INFORMACION EL ESTRÉS TRAS LA CRISIS DEL 11-S

El doctor Manuel Trujillo, profesor de Psiquiatría en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York y director del Servicio de Psiquiatría del legendario Hospital Bellevue en la ciudad de los rascacielos, presenta esta tarde, a partir de las 20 horas, en el salón de actos del Club INFORMACION, su último libro «Psicología para después de una crisis. Cómo superar el estrés en situaciones críticas», editado por Aguilar. La entrada es libre limitada al aforo del Club.

El prestigioso médico será presentado por el doctor Pedro Antón Fructuoso, director de la Clínica Mediterráneo de Neurociencias. Este libro nació en el mismo instante en que se produjeron los atentados en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. «Psicología para después de una crisis» ha sido escrita para contar lo que hubo y hay aún hoy detrás de la mayor tragedia ocurrida en un país occidental en los últimos tiempos; se detiene en el sufrimiento psicológico que afectó y afecta a miles de personas y describe los tratamientos y métodos seguidos, no sólo para atender a las víctimas en los primeros momentos de la catástrofe, como ya han hecho también otras publicaciones al calor de la celebración hace unas semanas del primer aniversario, sino para ayudar a muchas de ellas a recuperarse lo mejor y antes posible.

En el libro se repasa no sólo lo sucedido aquel fatídico día de septiembre en Estados Unidos sino también aquellos males que afectan recurrentemente a las sociedades modernas: el terrorismo (con amplias referencias a la atención de las víctimas de ETA), las torturas, la violencia doméstica y el maltrato infantil. Una decena de capítulos en 300 páginas exponen las distintas posibilidades de tratamientos.

NUEVA YORK GUARDA 20.000 RESTOS HUMANOS DEL 11-S SIN IDENTIFICAR

J. HERNÁNDEZ

Las autoridades de Nueva York han arbitrado un sistema de visitas a la morgue de la ciudad, donde se guardan en cámaras frigoríficas más de 20.000 restos humanos sin identificar -desde uñas a piezas mayores- de víctimas de los atentados de las Torres Gemelas. El español Manuel Trujillo, que dirige un equipo de 120 psiquiatras en el hospital Bellevue de la capital neoyorquina que asistió a miles de afectados, explicó esta semana en el Club INFORMACION que el citado sistema, que incluye un oficio religioso, está dirigido a los familiares de las víctimas y trata de establecer cómo y dónde murió esa persona, según las circunstancias donde fue hallado el resto. «El objetivo es facilitar que las familias puedan realizar el duelo y no se enquiste el dolor por la pérdida, ya que es necesario saber que está el cuerpo en algún lugar para que pueda pasar a la memoria. Es conmovedor cómo las familias tienen la intuición de que esa pieza es de su hermano o padre».

Manuel Trujillo, que también es profesor de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York, proporcionó este dato durante la presentación en el Club de su libro «Psicología para después de una crisis. Cómo superar el estrés en situaciones críticas», en el que recoge el episodio vivido por los al menos 200.000 neoyorquinos afectados por estrés post-traumático tras lo ocurrido el 11-S y otras situaciones como el trauma causado por la violencia doméstica, infantil y otras situaciones traumáticas extremas, que a veces se heredan entre generaciones, como ocurrió con las víctimas del Holocausto.

Este especialista dirige un equipo médico en un centro hospitalario mítico situado a cuatro millas de la zona cero, ya que fue fundado en 1736, cuando Nueva York era todavía una colonia holandesa y los Estados Unidos no existían como tal. Según dijo en el Club, «sea cual sea la causa, son muchas las personas con riesgo de padecer duelo patológico. Un psiquiatra puede hacer muchas cosas, y lo primero, lograr que acudan a tratamiento lo más rápido posible. El día de los atentados, el caos era enorme y en las primeras 48 horas no hubo ninguna directiva de tipo sanitario. Nosotros, en lugar de esperar a que la gente viniera al hospital a recibir ayuda psicológica, nos fuimos a la calle. Cerca de las torres, teníamos un equipo liderado por otro español, Antonio Vall, que estuvo allí 72 horas. La gente estaba muy alterada psicológicamente, no querían irse sabiendo que había familiares o compañeros. Había que estar entre ellos, dando información. Repartimos 14.000 octavillas con datos sobre los síntomas de estrés post-traumático y qué hacer».

Este afamado psiquiatra dijo que el 40% de la población de Nueva York sufrió algún síntoma de estrés post-traumático en el mes siguiente a los hechos. En este momento, los datos de su departamento en la Academia de Medicina cifran en 200.000 las personas afectadas por shock post-traumático. Explicó que el Gobierno Federal ha puesto en marcha un plan de salud mental que contempla una intervención con el 100% de los niños con síntomas, obliga a tratar a policías y bomberos, y facilita locales y asume los gastos para que el resto de población afectada pueda recibir asistencia. El doctor Manuel Trujillo considera que con este plan se llegará al 30 ó 40% de la población de riesgo con distintos tipos de terapias, dado que según los estudios médicos el 50% del síndrome dura tres años pero el otro 50% se prolonga hasta diez. «El daño provocado por la mano humana es mucho más traumático que el que causan las catástrofes de la naturaleza. Los síndromes que duran más son los de terrorismo y torturas políticas».

Destacó la mayor incidencia de daño psicológico del 11-S en las mujeres (11%) frente a los hombres (8%), y en las minorías de hispanos y chinos, y añadió que la solidaridad social ha evitado un 30% de cronificación del daño.

Este síndrome, según explicó, está basado en una desregulación neuronal en la que el cerebro se inunda de hormonas y no tiene capacidad para procesarlas. «Se ha descubierto que la persona desarrolla estrategias para evitar el sufrimiento y prefiere no consultar al especialista para no revivirlo. Los médicos de atención primaria no están preparados e ignoran los síntomas. Éste es uno de los puntos que me ha llevado a escribir el libro y comunicar al público qué se puede hacer con medicación y terapias para que estas personas recuperen su estabilidad emocional». Y destacó la eficacia de la autoayuda y de las terapias grupales.

Los bomberos tienen el síndrome de la culpa

Manuel Trujillo habló durante la presentación de su libro del profundo daño psicológico que han sufrido los bomberos de Nueva York, entre los cuales se ha extendido un síndrome, el de la culpabilidad, que ha llevado a algunos al suicidio. En su libro relata el caso de un bombero que instaló en su casa una especie de capilla con las fotos de los compañeros fallecidos y velas, y que terminó quitándose la vida. Y el de otro, soltero, que cambió el 11-S el turno a otro, casado y con tres hijos, que murió. «Si esto no se recanaliza terapéuticamente, la persona entra en una espiral de reproches y en una depresión profunda que culmina en situaciones autolesivas».

Datos informativos

Fecha inicio : 20-11-2002

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