DATOS DEL EVENTO

  • EMPIEZA
    01-02-2011
  • TERMINA
    01-01-1970

EXPOSICIÓN ABIERTA HASTA EL 22 DE FEBRERO

Horario de visitas: de lunes a viernes de 17.30 a 21.30 horas; sábados, domingos y festivos de 11 a 14 horas

Para visitas escolares en grupo, concertar cita en el 965989090 (mañanas)

RAFAEL ALTAMIRA, UN ALICANTINO UNIVERSAL

El legado del Instituto Jorge Juan

Rafael Altamira y Crevea nació en Alicante el 10 de febrero de 1866,
en el seno de una familia de la burguesía media. Desde muy temprano
mostró una gran afición a la lectura y comenzó pronto a escribir,
colaborando en algunas revistas literarias locales. Terminados sus
estudios de segunda enseñanza en Alicante, estudió Derecho en la
Universidad de Valencia, donde trabó amistad con el pintor Joaquín
Sorolla y el novelista Blasco Ibáñez y continuó colaborando en
diversas revistas. En junio de 1886 marchó a la Universidad Central,
en Madrid, donde escribió su tesis doctoral y mantuvo una estrecha
relación con intelectuales como Joaquín Costa, Benito Pérez Galdós,
Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas “Clarín”, Marcelino Menéndez y
Pelayo, Miguel de Unamuno, Manuel Bartolomé Cossío -con quien
trabajó en el Museo Pedagógico- y, sobre todo, Francisco Giner de
los Ríos, impulsor de la Institución Libre de Enseñanza, que le animó
en sus inquietudes, dirigidas ya a la pedagogía y la historia.
En 1897 consiguió la plaza de “Historia General del Derecho
Español”, en la Universidad de Oviedo, y pronunció la lección
inaugural del curso 1898-1899, con un discurso sobre “El
patriotismo y la Universidad”, en el que planteaba diversas medidas
para superar el trauma producido en España por la derrota ante
Estados Unidos y la pérdida de sus colonias. Con otros profesores
de la Universidad de Oviedo, creó la Extensión Universitaria, que
trataba de llevar la cultura a unos trabajadores cuya situación
era muy penosa y cuya formación intelectual era habitualmente
olvidada por los poderes públicos. Entre 1899 y 1911 aparecieron
los cuatro tomos de su Historia de España y de la civilización
española, que renovó por completo la historia de España, hasta
entonces muy reducida a los aspectos puramente políticos, a los que
Altamira añadió las actividades culturales, sociales y económicas
de la sociedad.
A finales de 1908, fue comisionado por la Universidad de Oviedo para
fortalecer y estrechar las relaciones de confraternidad entre españoles
y americanos. El 13 de junio de 1909 comenzó su viaje a América, en
el que visitó Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Estados Unidos y Cuba.
En diez meses, Altamira impartió en esos países unas trescientas
conferencias, se entrevistó con muchas personalidades de la cultura
y la política y su viaje marcó un punto de inflexión en las relaciones
culturales hispanoamericanas. Recibió distinciones y pruebas de afecto
de numerosas asociaciones, casinos de emigrados españoles, ateneos
y centros universitarios: fue nombrado doctor “honoris causa” por las
Facultades de Derecho y Filosofía y Letras de Santiago de Chile y Lima.
A su regreso a España, el Ayuntamiento de Alicante le concedió el título
de Hijo Predilecto de la ciudad y poco después, le dedicó la antigua calle
de la Princesa. También fue nombrado Hijo Adoptivo de San Vicente
del Raspeig, San Juan, Elche, El Campello y Villafranqueza, Presidente
Honorario de la Asociación del Magisterio y del Círculo Unión Mercantil,
etc. Poco después, se inauguró en el Paseo de Ramiro la Escuela-Jardín
que llevaba su nombre.
En 1911 aceptó el nombramiento de Director General de Primera
Enseñanza para tratar de paliar el desastroso estado de los colegios
públicos, la escasa remuneración y consideración social de los
maestros, la reforma de la Inspección, etc, tratando siempre de acercar
la situación de la educación española a la europea. Pero el escaso
presupuesto de que dispuso, la inercia burocrática y las críticas de
sectores del catolicismo integrista le llevaron a dimitir en septiembre
de 1913.
Se reincorporó entonces a su labor docente, pasando a la Universidad
de Madrid, donde desempeñó una cátedra común a los doctorados de
Derecho y Filosofía y Letras denominada “Historia de las instituciones
políticas y civiles de América”. Participó en varios Congresos
Internacionales, celebrados en Gran Bretaña, Estados Unidos, Bélgica
y Francia, relacionados con sus intereses intelectuales: la
Pedagogía, la Historia y el Derecho. En 1916 fue elegido Senador
por la Universidad de Valencia.
El estallido de la guerra europea, pronto convertida en la primera
confrontación universal del siglo XX, acentuó sus convicciones
pacifistas, aunque sus simpatías estaban -como las de la mayoría
de los intelectuales progresistas españoles- al lado de los aliados
y en contra de los imperios centrales. Al llegar la paz, una de
las primeras medidas tomadas por la Sociedad de Naciones fue
la creación de un Tribunal Permanente de Justicia Internacional
que permitiese la solución de los contenciosos entre las naciones
sin acudir a las armas: Rafael Altamira fue nombrado uno de los
once jueces que componían el Tribunal, que inició sus funciones
en La Haya, en enero de 1922.
No cesó de participar en Congresos Internacionales sobre las
materias de su interés, entre las que comenzaba a destacar el
americanismo. Entre 1924 y 1936 se consolidó el prestigio
intelectual de Altamira tanto en España como en el extranjero
y fue nombrado miembro de la Real Academia de la Historia,
doctor honoris causa por las Universidades de Burdeos, París,
Columbia y Cambridge; profesor extraordinario del Collège de
France, de París; profesor titular de la cátedra de “Historia del
Pensamiento español” en la Universidad de París; miembro de
la Academia Internacional de Derecho Comparado, de La Haya,
y Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid
en marzo de 1931.
En la primera mitad de los años treinta, Altamira trabajó
por el mantenimiento de la paz, amenazada por el ascenso
de los fascismos. Convencido del valor del derecho y de las
ideas, intentó, desde su cargo de Presidente del Comité para
la Conferencia Internacional de la Enseñanza de la Historia,
conseguir que la enseñanza de la historia favoreciese la mutua
comprensión entre los pueblos, porque “los historiadores deben
poner su ciencia al servicio de la paz”. Por ello, ciento sesenta
personalidades del mundo científico, sobre todo historiadores
como Huizinga, Trevelyan, Sánchez Albornoz, Meinecke, Américo
Castro, Menéndez Pidal, Glotz, Pirenne o Seignobos, propusieron
en 1933 que se le concediera el Premio Nobel de la Paz, por su
labor en el Tribunal de la Haya y por sus esfuerzos por propagar
las ideas pacifistas. No tuvo fortuna Altamira y su candidatura
no fue aceptada.
Al estallar la guerra civil española, Rafael Altamira pudo salir
de España con su familia, tras hacer valer ante los militares
sublevados su condición de miembro del Tribunal de Justicia
Internacional. Lo ocurrido en su país entre 1936 y 1939 le afectó
de manera extraordinaria y le sumió en un profundo pesimismo,
que se acrecentó con la segunda guerra mundial. Todas sus
convicciones filosóficas y morales, que constituían el cimiento
de sus opiniones y de su conducta, se vinieron abajo y se producía
“el derrumbamiento de toda mi vida espiritual y la anulación de
más de cincuenta años de trabajo entusiasta por mi patria y por
la Humanidad”.
En abril de 1940 cerró sus puertas el Palacio de la Paz de la Haya,
poco antes de que las divisiones germanas avanzasen por los
Países Bajos hacia París. Altamira y su esposa se refugiaron en
Bayona. Finalmente, pudo atravesar la España franquista bajo
la protección diplomática de Argentina e instalarse en Lisboa.
Después, se exilió a México, donde encontró una calurosa
acogida, no sólo porque aún se mantenía el recuerdo de su viaje
de 1909 en los medios intelectuales y académicos, sino también
por la presencia de muchos exiliados españoles tras la guerra
civil: ante ellos anunció Altamira que no pensaba volver a España
“hasta que los hombres liberales pudiesen vivir en aquél país”.
Continuó trabajando, sobre todo en el estudio del Derecho
Indiano, y fue nombrado Presidente Honorario de la Casa
Regional Valenciana en México, socio de honor del Ateneo
Español de México y Presidente de la Unión de Profesores
Españoles en el Extranjero, entidad que agrupaba a la élite
intelectual de la República, obligada a marcharse de su patria
por la dictadura franquista.
En enero de 1951, Isidro Fabela, juez mexicano del Tribunal
Permanente de Justicia Internacional, presentó de nuevo la
candidatura de Rafael Altamira para el Premio Nobel de la Paz.
En total, fueron cuatrocientas las adhesiones, de entidades y
destacados intelectuales, que recibió esta propuesta de Rafael
Altamira, cuya muerte, el 1 de junio de 1951, impidió que se le
pudiese conceder este galardón, que se otorgó al francés León
Jouhaux.

EXPOSICIÓN DEL LEGADO QUE RAFAEL ALTAMIRA DONÓ AL IES JORGE JUAN
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El próximo mes de junio se cumplirán 60 años del fallecimiento de Rafael Altamira, cuya condición de alicantino universal se ha convertido en el eje argumental en torno al que gira la exposición que hoy, a partir de las 20 horas, se inaugura en el Club INFORMACIÓN (avenida Doctor Rico, 17) y que podrá visitarse hasta el próximo 22 de febrero.
Organizada por el Instituto de Enseñanza Secundaria Jorge Juan, la muestra recoge una selección de documentos que forman parte del legado donado por el que fuera primer director general de Primera Enseñanza y miembro del Tribunal de Justicia Internacional de La Haya a dicha institución educativa en cumplimiento de la promesa que a mediados de los años 30 realizara al entonces alcalde de Alicante Lorenzo Carbonell.
Informes del Tribunal de la Haya, originales de artículos y conferencias, correspondencia, fotografías y hasta el expediente académico de este universal alicantino se exhibirán en una muestra que ha sido comisariada por el historiador Francisco Moreno Saez.
También podrán contemplarse dibujos de Vicente Bañuls y los diplomas que acreditan a Rafael Altamira como hijo predilecto de Alicante, socio de honor de la Asociación de la Prensa de Alicante, del casino y del Círculo Unión Mercantil, un material que sirve de testimonio de la alta consideración que el renovador de la historiografía española alcanzó en su tierra natal.
La exposición incluye también un apartado de objetos personales de la familia Altamira, que han sido cedidos por Pilar Altamira García-Tapia, nieta del dos veces candidato al Premio Nobel y doctor honoris causa por algunas de las principales universidades europeas.
El horario de visita de la exposición es de lunes a viernes, de 17.30 a 21.30, y los sábados, domingos y festivos, de 11 a 14 horas. Existe la posibilidad también de concertar visitas guiadas para grupos de escolares previa cita telefónica. Los interesados en estas visitas para colegios pueden llamar al 965989090 entre las 10 y las 12 horas.

LOS PAPELES DE ALTAMIRA SALEN DEL JORGE JUAN
ÁFRICA PRADO

Parte de la biblioteca de Rafael Altamira, el expediente académico, sus exámenes de Bachillerato, el telegrama de su nombramiento como director de Instrucción Pública o la correspondencia que mantenía con intelectuales pueden contemplarse desde ayer en la muestra sobre el humanista alicantino, que se inauguró ayer en el Club INFORMACIÓN y que ha sido comisariada por Francisco Moreno en el 60 aniversario de su muerte. Moreno expresó la dificultad de resumir en esta muestra «la vida extensísima del alicantino con mayor proyección universal».
Además de fondos de los archivos institucionales, la exposición contiene unos 70 documentos de los más de 5.000 que componen el legado que el humanista e historiador alicantino donó a este centro educativo en el año 1952, y que se muestra ahora por primera vez al público. Según explicó la directora del IES Jorge Juan, Mari Luz Galisteo Guerra, el centro no tuvo oportunidad de ordenar el legado hasta el año 2002, cuyo proceso de catalogación y digitalización duró dos años.
Para la responsable del centro, la validez de la muestra reside en la cantidad de documentos originales que se presentan, «que tienen el valor de lo auténtico con el puño y letra de Altamira», tras añadir que el descubrimiento de su expediente académico se consideraba perdido y también se incluye en la exposición, lo que prueba que el alicantino fue «un alumno brillantísimo, que siempre se presentaba para sacar matrícula y se ve la madurez con la que responde en los exámenes, que estaban muy bien redactados».
Junto al legado se encuentran algunos objetos personales del alicantino cedidos por la familia y documentos que realizan un recorrido por la vida de Altamira en todas sus facetas, como historiador, jurista o hispanoamericanista. Entre estos se incluyen algunas cartas de la correspondencia que mantenía con Emilia Pardo Bazán, Blasco Ibáñez, Pérez Galdós o Mariano Benlliure; postales a su hija Nela desde «la casa más alta del mundo» de Nueva York en 1909; una carta del periódico La Nación, en Buenos Aires, para el pago de 300 pesetas por dos crónicas que había escrito; un artículo sobre feminismo de 1922 o una foto con el presidente de México que ilustraba un paquete de puros.
La muestra está abierta a visitas escolares y el IES Jorge Juan ha elaborado una guía didáctica que podrá descargarse para los centros de su página web.

Datos informativos

Fecha inicio : 01-02-2011
Organiza : Instituto Jorge Juan y Club INFORMACIÓN

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